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En medio del ángulo de la derecha, entre pinturas de Rafael de Urbino, de Rubens, de Ticiano y Poussin, vimos un cuadro que parecia presidir aquella especie de banquete histórico; un banquete á que asisten silenciosamente tantos genios. El brigadier Rotalde se destoca, y con una valentía de sentimiento, que no fué dueño de reprimir, exclamó: ¡viva Bartolomé Estéban de Murillo!

Voy á contestar con dos redondillas castellanas. El dominio, este es su afan; Y tan de antiguo lo quiso, Que dominó el Paraíso Aún siendo soltero Adán. Con lo que queda expresado Que he dicho bastante infiero; Si lo enredó de soltero ¿Qué hubiera sido casado? Mañana nos espera el Louvre. El brigadier Rotalde no habla de otra cosa que de la Asuncion.

Mañana volverémos á la misma plaza de donde venimos; á la Plaza de la Concordia, y diré á mis lectores varios secretos de la revuelta historia de Paris. =Dia trigésimo segundo=. Visita. El Brigadier Rotalde. El Panteon. Café cantante de los Campos Elíseos. Tertulia. Una madre como hay muchas. Curiosidades. Madama Fonteral viene á vernos antes de las ocho de la mañana.

Es una llaga que sólo se pura con aquel bálsamo; ¿Crees que hago bien ó mal? Pregunté á mi mujer, mirándola con atencion, como para adivinar sus intenciones. Mi mujer contestó: Creo que haces muy bien. En el Hotel de Bilbao, de que hice mencion al principio de estos apuntes, he tenido, la satisfaccion de conocer al brigadier Rotalde, tan excelente caballero como buen pintor.

Todos creimos que el Panteon se hundia, y que la cúpula, y las naves, y los techos, y las columnas, aquella enorme masa revuelta y confundida, se desplomaba sobre nuestras cabezas. Las dos señoras arrojaron un chillido que nos heló la sangre; yo creí que la tierra faltaba á mis piés, y me agarré frenéticamente á los hombros del brigadier Rotalde.

Parece que en ese teatro de mágia no debe ser actor otro personaje que un hechicero. Entretenidos en mirar aquella mímica brillante, nadie tocaba á la cerveza ni á los bizcochos. Yo no quitaba ojo al brigadier Rotalde, que tan pronto se echaba el sombrero hácia la frente, como se lo dejaba caer hacia atrás, moviéndose casi contínuamente en la silla, en señal sin duda de impaciencia.

Es la una de la tarde; el brigadier Rotalde, otro amigo y yo, paseamos nuestros ávidos ojos por una gran sala del Louvre, denominada el salon de los Estados. La gran sala del palacio de Versalles, y la que ahora examinamos, son las dos piezas más espaciosas y magníficas que he visto. Tiene próximamente dos pisos de altura, sobre ochenta pasos de longitud, y veintiocho ó treinta de latitud.

La Saboyana del Bosque de Bolonia. Una Colegiala. Cuestion atrasada. Curiosidades. A última hora. Es el último dia que el brigadier Rotalde piensa permanecer en Paris, y estoy en el caso de hacerle los honores que son debidos al que se va. Poco despues de las diez de la mañana, estamos en la Plaza de Vendome, en cuyo centro se levanta una enorme y gallarda columna.