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Desde entonces, así los que compusieron los prólogos, introducciones y notas á los varios autores que publicó Rivadeneyra, como otros eruditos que tal vez han venido después, y entre los que descuellan Menéndez y Pelayo, Adolfo de Castro, Laverde y Canalejas, han ido juzgando y estimando en lo que se debe nuestra amena literatura, poesía lírica y épica, novelas y teatro, y hasta nuestros historiadores, filósofos y demás hombres de ciencia.

Rivadeneyra, Flos sanctorum, en la Ascensión del Señor.... «Los apóstoles también sentían la huerfanidad de tal padre, la soledad de tal maestro, de tal pastor y de tal capitán, especialmente viéndose entre tantos y tan crueles enemigosLope de Vega, en el acto I de El Animal de Hungría: «TEODOSIA. Rezien casada, y venida a Ungría de Ingalaterra, sentí soledad notable de mi tierra en tierra agena

D. Agustín Durán ha puesto de relieve, con su penetración acostumbrada, uno de los rasgos originales de este autor en el trazado de caracteres: «Los hombres de Tirso dice en el prólogo á sus comedias de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra, son siempre tímidos, débiles y juguete del bello sexo, en tanto que caracteriza á las mujeres como resueltas, intrigantes y fogosas en todas las pasiones, que se fundan en el orgullo y la vanidad.

Tirso echó una mirada a los lomos de los libros: eran lo más hermoso y literario que ha dado de en el mundo el sentimiento religioso: Imitación de Cristo, de Kempis; La perfecta casada, de Fray Luis de León; La vida devota, de San Francisco de Sales, y el Tratado de la tribulación, del P. Rivadeneyra.

Obras posteriores á ésta, y especialmente las de Ticknor y Rivadeneyra, dan más detalles sobre la vida y escritos de Calderón, y corrigen y amplían á nuestro historiador alemán. Sus restos se trasladaron en el año de 1841, de la iglesia de San Salvador, en donde estaban sepultados, á la de San Nicolás.

También el marqués de Jerez tenía un volumen autógrafo de versos del autor, pudiendo ser estudiados con detenimiento sus méritos en la Biblioteca Rivadeneyra y en los dos libros que con el título de Poesías del doctor Juan de Salinas publicaron los bibliófilos andaluces en 1869.

En España, revelándose tristemente nuestro desdén o nuestra indiferencia por las producciones del propio ingenio, no se ha hecho una sola edición de La Celestina durante todo el siglo XVIII, y en el siglo XIX, que pronto terminará, sólo se han hecho cinco ediciones contándose en este número la incluida en la Biblioteca de autores españoles de Rivadeneyra, tomo III, que contiene novelitas anteriores a Cervantes.

V. las Notas de Cerda á la Diana enamorada, de Gil Polo: Madrid, 1802; págs. 515 y siguientes. V. á Lope de Vega, Arcadia. V. Dorotea. V. Laurel de Apolo. Cervantes, Viaje al Parnaso. Rojas, Loa de la Comedia. V. 1 Donado Hablador, pág. 534, Autores castellanos Rivadeneyra, Novelistas posteriores á Cervantes.

Bien puede sin vanidad ni soberbia exclamar el Padre Rivadeneyra que al mismo tiempo que Martín Lutero «quitaba la obediencia á la Iglesia Romana y hacía gente para combatirla con todas sus fuerzas, levantaba Dios á este santo capitán para que allegase soldados por todo el mundo y resistiese con obras y con palabras á la herética doctrina

En esta situación, empezó á publicarse en 1847 ó 1848 la Biblioteca de autores españoles, de Rivadeneyra, la cual hizo un gran servicio, divulgando el saber de nuestra literatura y procurando que este saber pudiese ser algo más que somero, sin convertirse en ciencia oculta, de la que sólo entienden los iniciados.