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No qué tenían sus obras, que llevaban siempre el sello de su nariz, visión que me persiguió en sueños varias noches; y el mismo efecto de pesadilla me causaban dos rizos tan largos como poco frondosos, que de una y otra sien le colgaban. Por lo que el traje, dejaba traslucir, era fácil suponer su cuerpo como de lo más flaco, amojamado y pobrecillo que en Safos se acostumbra.

Sólo un ligero humo quedó flotando en el fondo de sus pupilas, como si fuese el vaho del ardor recién extinguido. ¡Adiós!... Me esperan. Y salió del Acuario seguida de Ferragut, todavía balbuciente y tembloroso. Fueron inútiles las preguntas y ruegos con que la persiguió al atravesar el paseo.

Durante muchos días y bien podría decir por espacio de muchos meses, la imagen de Magdalena ofendida y tan llena de angustia me persiguió como un remordimiento y me hizo expiar cruelmente mis faltas.

Hubo en el Cabildo épocas de negra intransigencia en que se persiguió la manía de Ripamilán como si fuera un crimen, y se habló de escándalo, y de quemar un libro de versos que publicó el Arcipreste a costa del marqués de Corujedo, gran protector de las letras. Por este tiempo fue cuando se quiso excomulgar a don Pompeyo Guimarán, personaje que se encontrará más adelante.

40 Mas lo persiguió Abimelec, delante del cual él huyó; y cayeron heridos muchos hasta la entrada de la puerta. 42 Y aconteció al siguiente día, que el pueblo salió al campo; y fue dado aviso a Abimelec. 43 El cual, tomando gente, la repartió en tres compañías, y puso emboscadas en el campo; y cuando miró, he aquí el pueblo que salía de la ciudad; y se levantó contra ellos, y los hirió.

En una replaza abierta entre espesos árboles persiguió á un jabalí, que, al verse acorralado, le acometió con espumarajos de rabia, pretendiendo hundir sus colmillos en el cuero de sus zapatos. Pero una patada del gigante lo envió por alto, yendo á estrellarse contra un árbol copudo y robusto semejante á un cedro.

12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. 13 Y cuando vio el dragón que él había sido derribado en tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz el hijo varón.

Pero V. pensaba entonces de otra manera, y me persiguió con constancia, me pretendió con terquedad, y no hubo medio de seducción, ni mentira, ni engaño, ni blandura de regaladas palabras, ni encarecimiento de amante que muere de amor, ni promesa de darme toda el alma, que V. no emplease para vencer mi honrado desvío.

Y Santo Tomás de Aquino, el Angel de la Escuela, tuvo que pelear contra el profano amor no menos bravas y espantosas batallas. Cierto día se vio tan acosado por una hermosa mujer que le ceñía entre sus brazos, que tuvo que rechazarla a empujones y luego a fin de ahuyentarla la persiguió con un tizón encendido.

Había tenido que pasar á toda prisa entre los grupos, con la mirada vaga, fingiéndose abstraído, para no ver ciertas sonrisas conocidas, ciertos rostros invitadores que le hacían evocar visiones dulces del pasado. Buscó un asiento de los más ocultos en la sala de espectáculos, un rincón de diván junto á la pared; pero también aquí le persiguió la curiosidad.