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Faltaban, pues, aquella noche los duques de Astorga, que con gran acierto habían sido elegidos por el nuevo monarca para formar parte de la alta servidumbre de la joven reina; los condes de Orduña, nobles figuras del antiguo bando carlista, fiel siempre a la desgracia, y la marquesa de Lebrija, cuyo prurito de socorrer y presidir asociaciones pías habíale conquistado justamente la doble fama de caritativa y de vanidosa.

Capitan D. Pedro Duran, Sargento Mayor interino del regimiento fijo; el Sr. D. Felix Casamayor, Ministro General de Real Hacienda; el Sr. D. Francisco Orduña, Brigadier y Sub-inspector del real cuerpo de artillería; el Sr. D. Juan Bautista Otamendi, vecino y de este comercio; el Sr. D. Ambrosio Pinedo, Capitan de dragones; el Sr. Dr. D. Vicente Montes Carballo, Presbitero; el Sr. Dr.

De cuando en cuando, venía de visita al Pazo, y ¡había que verle lo pomposo y majetón, con su flor en el ojal, su sombrero ladeado y su chaquet, un chaquet paradisíaco, como decía el conde, no por qué! «Chico exclamaba el conde , me dejas patidifuso con tu elegancia y tus ínfulas.» Y, muerto de risa, le hacía recitar fragmentos de un drama que mi padre estaba escribiendo, titulado: El cerco de Orduña y señor de Oña.

Cabildo. Por el Sr. Brigadier D. Francisco Orduña, se dijo: Que por no estar perdida la España, y porque no se han convocado las demas provincias, es de parecer que siga el Exmo. Sr. Virey en el mando, y que por lo demas no podia dar por ahora su voto. Por el Sr. D. Ramon Balcarce, se dijo: Que se conformaba en todo con el voto del Dr. D. Feliciano Antonio Chiclana. Por el Sr.

Y aquel infame Belarmino, sabía Dios merced a qué socaliñas y malas artes, le hurtaba, sin dejar una migaja siquiera, el aplauso y atención que a él en justicia se le debían, puesto que Belarmino era insensato charlatán y prevaricador de la lezna y el cerote, en tanto él, Apolonio, por don natural, componía los más primorosos artificios, así zapateriles como poéticos. «No hay justicia, ni sentido, ni plan en el mundo» pensaba Apolonio . «Bien lo presumía yo, aunque todavía inexperto, cuando escribí mi Cerco de Orduña o Señor de Oña

En el tercer acto, un personaje decía: Para conquistar a Orduña, aunque con gente bisoña, no faltó al Señor de Oña sino el negro de una uña. Insistentes aplausos obligaron a recitar media docena de veces la anterior cuarteta, y después requirieron al autor que saliese al proscenio.

En el acto segundo había un desafío entre el Señor de Oña y Estoiquiz, el tuerto, Señor de Orduña.

Mientras tanto, los ojos saltones de su camarada le miraban con tal expresión amenazadora que parecía que iban a brincar de las órbitas y lanzarse sobre él; crecían por momentos como los de una langosta. ¿Y por qué de patatas guisadas? Yo tengo tantos hígados como usted, ¡porra! y lo he probado en la acción de Orduña y en la de Unzá, y por algo tengo en mi casa seis cruces.