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El entusiasmo fué su gran energía, lo mismo en la miseria desolada, sin más fortuna que su absurdo chaquet que en las horas efímeras de prosperidad. Siempre hablaba a gritos, de literatura, de teosofía, aquel buen hombre franco, bebedor y mujeriego todo lo que fuese desbordamiento de emoción y de romanticismo que, a pesar de su cabello cano, tenía en los ojos tan riente derroche de juventud.

A veces, tiene un smocking para conquistar, en los hoteles de moda, ricas herederas o políticos influyentes. A veces, tiene un frac, y en algunos casos excepcionales, puede presentar hasta un chaquet; pero, desde luego, no tiene nunca levita. Y es verdaderamente absurdo esto de pertenecer a una clase que se caracteriza tan sólo por el uso de una prenda que no usa jamás.

Sin poder resistir el impulso, Quintanar tomaba el libro, después de quitarse el chaquet de alpaca y quedarse en mangas de camisa: tomaba el libro y leía.... «¡Vuelta al miedo! a la tristeza, a la languidez espiritual. Era en efecto el mundo una lacería, como decía el texto, y sobre todo en el verano. Vetusta era un pueblo moribundo.

Y un buen día murió un tío de Siles dejándole toda su fortuna. Fué uno de esos tíos maravillosos, imprevistos y ricos que tienen la bondad de morirse a tiempo y que apenas tienen realidad, como si sólo fuesen imaginados para desenlazar las malas comedias. Cayó sobre el bohemio un portentoso aluvión de miles de duros, y el chaquet fué sustituido por un carrik.

De cuando en cuando, venía de visita al Pazo, y ¡había que verle lo pomposo y majetón, con su flor en el ojal, su sombrero ladeado y su chaquet, un chaquet paradisíaco, como decía el conde, no por qué! «Chico exclamaba el conde , me dejas patidifuso con tu elegancia y tus ínfulas.» Y, muerto de risa, le hacía recitar fragmentos de un drama que mi padre estaba escribiendo, titulado: El cerco de Orduña y señor de Oña.

Viste con pulcritud, y si bien un poco retrasado en la moda respecto á Madrid, está adelantado y mucho respecto á la que ordinariamente rige en las provincias, sobre todo en los pueblos secundarios. Su traje se compone de un chaquet de tela azul, chaleco blanco, pantalón también azul y botas de charol muy empolvadas. Pero aquí, conde, resígnese usted á llevar la vida de la naturaleza.

Y una tarde empezó á recibir la admiración del mundo, moviendo sus acharolados pies con altos tacones, su talle encorsetado por el ceñido chaquet, su cabeza de brillante laca con el pelo rígido y echado atrás, bajo las lámparas eléctricas de un hotel de los Campos Elíseos.

Nuestra joven ansiaba que una de estas pasiones irresistibles y lacrimosas se apoderase de su corazón, pero no concebía que ningún joven de los que visitaban su casa vestidos de chaquet o americana lograse inspirársela.

¡Hola! ¿estás aquí? No me han dicho nada dijo en un tono entre cariñoso y displicente. Claro que no le habían dicho nada, ni había para qué. García, en opinión de los criados de la casa, no representaba nada porque traía el chaquet raído, los pantalones deshilachados, el sombrero con grasa y las barbas terriblemente aborrascadas.