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Aunque sea una indiscreción, o por mejor decir, una bajeza el acechar, oigámoslos en la huerta escondidos detrás de este naranjo, cuyo tronco permanece firme, mientras sus flores se han marchitado y sus hojas se han caído, como queda en el fondo del alma la resignación, cuando se ha ajado la alegría y se han muerto las esperanzas; oigamos, volvemos a decir, el coloquio que en secreto conciliábulo tienen los mencionados confidentes, mientras fray Gabriel, que está a mil leguas, aunque pegado a ellos, amarra con vencejos las lechugas para que crezcan blancas y tiernas.

Palpábase, buscando consuelo, con sus manos secas y hallaba la misma suavidad y frescura. Aquella carne no se había marchitado. Bajo ella palpitaba la juventud, circulaba una sangre ardiente, ávida de goces, devorada por la creciente necesidad de las embriagueces del amor.

En su soledad, vive la vida intelectual del mundo entero, y con el cuerpo marchitado para siempre, conserva la frescura de la inteligencia. ¡Benditas sean las lepras que así suavizan los dolores de la existencia! El gobierno de Colombia, como lo he dicho, se preocupa seriamente de ese mal que amenaza comprometer el porvenir del país.

Estoy pintando un ramo y el que hice ayer se ha marchitado ya. Antonia dejó el piano al oír esto y cruzando con ella una mirada de inteligencia repuso: Magdalena, no debes salir al aire libre y exponer tu salud con el tiempo frío y nebuloso que está haciendo. Ya iré yo. ¡Verás qué ramo tan precioso voy a traerte!

En el sitio en que fué muerto se conserva en el día una modesta cruz; á la sombra de su tosca madera consagramos una oración como cristianos y un recuerdo como españoles. En sus descarnados brazos, habrá marchitado el hálito de los fuertes Nortes, una corona de flores silvestres que hizo una decidora chamorra que nos acompañó en la expedición.

¡Qué diferencia con su primer despertar en Candore! Todo entonces parecía sonreírla; los rayos del sol, el perfume de las flores, el canto de los pájaros, y su alma dilatada se abría a la esperanza. Habían pasado menos de dos años, y en su corazón, como ante sus ojos, el sol se había apagado, las flores se habían marchitado, las canciones se habían callado y la esperanza había muerto.

Hay quien imagina que España en tiempo de los moros era toda ella una florida, amena y fructífera huerta, que los cristianos luego hemos marchitado y destruido. Nada más falso que este aserto. D. Jaime I en Aragón y D. Alfonso el Sabio en Castilla, aunque no tuvieran más que este mérito, gozarían de inmortal popularidad y serían gloriosos y benditos.

Siempre eres lo mismo... Tus manos arden... los ojos se te quieren saltar de la cara; estás lívida... Hija, tu piedad exaltada de algún tiempo a esta parte te hace mucho daño, y es preciso no olvidar la salud del cuerpo. Tus largos insomnios cavilando en las cosas santas, tus meditaciones sin fin, la viva pasión que te consume por lo religioso, te han marchitado en pocos días.

Los que no se hayan criado en un pueblo, nunca sabrán cuán apetitosa golosina es el sombrero para una artesana. Era doña Paula alta, seca, desgarbada. Cuando joven había sido buena moza; pero los años, la clausura continua, a la que no estaba avezada, y sobre todo la lucha que venía sosteniendo con el público para establecer su jerarquía, la habían marchitado antes de tiempo.

El libro ha hecho su tiempo, su forma ha envejecido, sus vejetaciones exhuberantes y parásitas se han marchitado, su filosofía que no es una novedad es del dominio del sentido comun de la humanidad, y la razon emancipada necesita hoy pasto mas fuerte y horizontes mas dilatados que los que puede ofrecer su lectura.