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Este desagradable y antipático personaje se puso después a clasificar los batallones carlistas según su valor; primero eran los navarros, como era natural, siendo él navarro, luego los castellanos, después los alaveses, luego los guipuzcoanos y al último los vizcaínos.

Los caseros, apoyando sus manos en las espaldas que tenían delante, se empinaban para ver mejor. De vez en cuando un empujón formidable; una avalancha que amenazaba romper la cuerda. Pero bastaba que se levantase en alto el mimbre alguacilesco ó que se movieran las boinas rojas de la pareja de migueletes guipuzcoanos, para que al momento se iniciase un retroceso, quedando inmóvil el gentío.

Pero ¿de qué servirán sonidos sin palabras que los acompañen, por grande que sea su mérito musical? ¿Qué interés ofrecerán á los bailarines que los escuchan, y danzan á su sonIztueta describe con la mayor exactitud hasta treinta y seis diversas danzas, con sus particulares ceremonias, entre ellas la Pordoi dantza, ó baile de las lanzas, que ejecutan hombres con palos en recuerdo de la batalla de Beotibar, que los guipuzcoanos ganaron á los navarros.

El odio al guiri, al español de pantalones rojos llegado de las más lejanas provincias para expulsar al rey legítimo, pasaba como una herencia de generación en generación. Todos los hombres de edad madura que ocupaban la plaza habían vestido, seguramente, el capote de los tercios guipuzcoanos y se acordaban del monarca de las montañas, con su gran barba negra y la boina blanca sobre los ojos.

Y es la segunda razón, la de que tengo amigos guipuzcoanos, que habrán de alegrarse mucho, si se prueba bien que su lengua y su casta fueron el instrumento de que se valió la Providencia para acabar con la barbarie, iluminar el mundo y adoctrinar a las demás naciones.

Los ricos de allá hablaban con desprecio de las gentes de las minas, como si no fuesen capaces de tomar parte en la apuesta, presentándose en Azpeitia al lado de su barrenador. Los contratistas de Gallarta gritaban enardecidos. ¡Vaya si irían! ¡Y menuda paliza les aguardaba á los guipuzcoanos pretenciosos! ¡Atreverse con el Chiquito de Ciérvana, que era la gloria más grande de las Encartaciones!

En esta lucha se interesaba el espíritu de clase y el patriotismo. Vizcaínos contra guipuzcoanos: la gente de las Encartaciones contra aquellos patanes que intentaban comparar sus burdos barrenadores de las canteras de caliza con los de las minas de hierro, que eran casi unos artistas.