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Ligeras nubes, blancas cual la nieve, recorrian el espacio en alas de suaves brisas embalsamadas por las flores: sutiles, transparentes, dejaban ver al través de la bóveda del firmamento, y no parecian sino aéreas gasas destinadas á realzar la hermosura de ese estrellado manto de los cielos.

Si los médicos, pues, le hacen el boicot a los desafíos, si cuando un caballero le haya producido a otro con un sable o con una espada un rasguño en la muñeca, no hay un médico que describa este rasguño como una herida inciso-trinchante de tantos centímetros de extensión, en la región tal, interesando la dermis y la epidermis y la paquidermis; si además el médico no echa en este rasguño tintura de yodo y yodoformo y alguna otra porquería, y no arma allí una cantera y no cubre luego el brazo de gasas malolientes, ¿qué va a ser de los desafíos?

Al otro lado del puente nos encontramos una alegre caravana, en la que nos llamó la atención varias dalagas á caballo perfectamente ataviadas, luciendo caprichosos sombreros con gran profusión de gasas y flores. Los colores de las faldas y los pañuelos que resguardaban sus hombros, eran de colores muy fuertes que destacaban el negro del tápiz.

19 los collares, y los joyeles, y los brazaletes; 20 las escofietas, y los atavíos de las piernas, los partidores del pelo, los pomitos de olor, y los zarcillos; 21 los anillos, y los joyeles de las narices; 22 las ropas de remuda, los mantoncillos, los velos, y los alfileres; 23 los espejos, los pañizuelos, las gasas, y los tocados.

Madona crepuscular que de nostalgias te vistes, cuando, tristes, caen las rosas del otro lado del mar; Madona, que, si pasas sobre el camino del hombre, dejas en toda frente prendidas las tenues gasas de unas "saudades" sin nombre; ¡Madona! ¡Madona mía! la de los ojos cargados de resplandores violeta, fuente de melancolía del poeta; tiende tus pálidas manos al que en tus velos de reina clara un dardo de ironía, porque no entiende tu culto ni sabe de tus arcanos, ¡santa mía!

Para economizar su uso, defendía los postizos de su cabeza rubia con una variedad de gasas de colores adquiridas en los montones de los grandes almacenes de París. Al saber que Isidro iba como ella a la Argentina, le había preguntado por la próxima cosecha, creyéndolo un propietario de aquel país.

Era preciso á toda costa evitar el crimen que no tardaría en perpetrarse, si no se había perpetrado ya; pero ¿cómo? Quiso pensar en algún medio, mas no pudo. Las ideas le daban vueltas en la cabeza. No acertaba á sacar nada en limpio de su meditación ansiosa. Adivinaba la existencia de algún pensamiento salvador, pero estaba envuelto en tan tupidas gasas que no percibía de él absolutamente nada.

Esta ancianidad se acentuaba bajo adornos extraños que no recordaban ninguna moda: trajes de colorines desteñidos que parecían cortados de un cortinaje viejo y oliendo á casa ruinosa, sombreros monumentales ó turbantes esféricos fabricados con gasas de mosquitero.

Después las brumas entristecen los paisajes, y con ellas, puntuales mensajeras del plañidero noviembre, llegan a las dehesas y se esparcen por laderas y rastrojos las flores amarillas. Repentinamente, una mañanita, los campos aparecen como espolvoreados de oro de Tíbar, y los picachos y las cumbres se envuelven en gasas cenicientas. Así durante los meses invernales.

Estaba sentada en una silla baja, entre un torrente espumoso de gasas y tules blancos y rosa, y en cuanto me vio se levantó vivamente. ¿Y Lacante? ¿Dónde está el señor Lacante? Comprendió en seguida, en la expresión de mi cara, que Lacante no me había acompañado, y sus hermosas facciones se ensombrecieron. ¡Cómo! ¿No ha venido?