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En invierno era él quien se entusiasmaba escuchando unas veces su ¡hojotoho! fiero de walkiria que teme al austero padre Wotan; viéndola otras despertar entre las llamas, ante el animoso Sigfrido, héroe que no teme nada en el mundo, y se estremece ante la primera mirada de amor. Pero las pasiones de artista son iguales a las flores por su intenso perfume y su corta duración.

El fuego de la tempestad alumbra raras veces esos montes; la tierra no se estremece sino instantáneamente al impulso de horribles terremotos. No, no es Granada donde cabe admirar mas el poder de Dios y la grandeza del mundo.

No osa entrar en los templos, ni siquiera se deja caer de rodillas, como antes, frente al sangriento crucifijo del cuarto de su madre. Si oye hablar del infierno se estremece y huye.

¡Qué estupor inmenso! ¡Qué agitación creciente en el fondo del ser moral, mientras el cuerpo se estremece, tiembla y aspira, mudo y angustioso, a separarse de la fascinación del abismo!

Ten miramiento, rapaz. Defensa de mujer. Y de lobo. ¡No te los haga yo dejar clavados en la tierra! ¡Mucho hablar es!... Si los quieres bien, no los saques al aire. ¡Mírenlos! Oliveros muestra los dientes albos, jóvenes, fuertes, con un gesto lleno de violencia, que recoge los labios y los estremece con sanguinaria y primitiva fiereza. ¡Dientes de hambre, no asustan! ¡Hambre de morder!

Las mujeres y los niños no salen de los blocaos; los paisanos permanecen con nosotros en las murallas; son gente animosa y hay entre ellos algunos veteranos de las campañas del Sambre y Mosa, de Italia y de Egipto, que no han olvidado el manejo de las piezas. Me estremece verlos, con sus grandes bigotes grises, pegados a los cañones, para apuntar bien.

¡Ha muerto! ¡Esta noche he visto su entierro, y lo que juzgué un río era el mar que nos separaba! Calla entenebrecido. Nadie osa responder a sus palabras, y sólo se oye el murmullo apagado de un rezo. El caballero distingue en la oscuridad una sombra arrodillada a su lado, y se estremece. ¿Eres , Roja? Yo soy, mi amo.

Es C. de la Real Academia Española. Mi sangre tiene un alma que es alma de titanes. Sangre de Solimanes corre por sus arterias, que siempre latirán. Tiene el pecho templado al fragor de la guerra. Bajo sus pies de atleta se estremece la tierra, porque enciende sus nervios la flama de un volcán. Es tricolor su enseña.

El blondo caballero se estremece levemente, alza un poco la cabeza de la almohada, aspira el aire con fuerza por entrambas narices, tira hacia por la ropa que le cubre y se oculta otra vez en la almohada, dejando escapar de su garganta un débil y prolongado ronquido.

Sus miradas se dirigen sin cesar hacia el camino, por donde, entre el polvo y el sol, las mujeres, vestidas con trajes claros, llegan a pie o en carruaje. ¿Buscas a Gertrudis? pregunta de improviso detrás de él la voz de Martín. Se estremece, violentamente sacado de su ensueño. ¿Pero qué tienes, muchacho? ¿Acaso te duele haber marrado el tiro, a estás durmiendo en pleno día?...