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Mesía estaba hermoso; se notaba mejor que nunca la esbeltez y armonía de sus formas de buen mozo elegante; en su rostro correcto los vapores de la gula no imprimían groseras tintas, sino cierta espiritualidad entre melancólica y lasciva; se veía al hombre del vicio, pero sacerdote, no víctima: dominaba él a su borrachera, morigerada, señoril, discreta.

Pero no todas las feas «planchan». No pocas de ellas se ven tan atendidas y solicitadas en los bailes como las más lindas. Una fea se defiende de la «plancha» con dos recursos: bailando bien y teniendo ingenio y espiritualidad. El bailar bien, con gracia y soltura, es ya una forma de belleza física.

Y en cuanto a la plata, no se necesitan millones para ser feliz. Tenía la seguridad absoluta de que yo le aceptaría encantada. Y por eso me hablaba con un descaro frío, sin esa emoción que en tales trances produce la duda. Sus galanterías, exentas de espiritualidad, me produjeron un efecto deplorable. Bailábamos un vals, y me pareció que iba enlazada a un muñeco que le habían dado cuerda.

En el acto de usted vi la espiritualidad más pura. PANTOJA. : cuando su desgraciada prima de usted entró en aquella casa, mi protección no sólo fue más positiva, sino más espiritual. Nunca vi a Eleuteria después de convertida, pues de nadie, ni aun de mismo, se dejaba ver.

Ya nadie pensó más que en comer, y al bueno de Migajas se le alegraron los espíritus, porque, sin perjuicio de la espiritualidad de su amor, tenía un hambre de mil demonios.

Ariel es el imperio de la razón y el sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad; es el entusiasmo generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la espiritualidad de la cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia, el término ideal a que asciende la selección humana, rectificando en el hombre superior los tenaces vestigios de Calibán, símbolo de sensualidad y de torpeza, con el cincel perseverante de la vida.

Es profunda y pasiva como la mujer oriental, pero sin duda con una espiritualidad incomparablemente más fina, con más inteligencia y más significativa intimidad de sentimientos. Todo lo que en la oriental es vago, demasiado confundido con el instinto, se realiza maravillosamente en nuestras mujeres, sin salir aún de la penumbra.

Con su boca un poco grande, su barbilla algo gruesa y sus cejas finísimas, no parecía precisamente bella, pero tenía unos hermosos ojos llenos de luz y viveza, unos abundantes cabellos castaños que le caían graciosamente sobre las sienes, una gran frescura en toda su persona, un modo graciosísimo de reír, y todo esto junto producía una agradable impresión de juventud, de espiritualidad, de alegría sana y fuerte que llenaba de gozo el corazón.

Hice entonces un severo examen de conciencia. Investigué con inquietud si mi pensar era condigno de la pureza de su pensar; si en mi gusto no habría desconciertos que pudieran herir la disciplina de su gusto; si mi idea de la vida era tan alta y seria como aquella que yo presintiera en la espiritualidad de su mirar, de su sonreir, y si mi corazón no se dispersara y debilitara con exceso para poder palpitar con paralelo vigor junto a su corazón.

Seductora es la belleza, atrayentes la espiritualidad y el donaire; pero es la dulzura la que más retiene al hombre. Y la felicidad del matrimonio está en retenerse mutuamente. Palabras suaves, conceptos delicados, ademanes tranquilos forman el mayor encanto de la mujer.