United States or Bermuda ? Vote for the TOP Country of the Week !


Trémulo, con los ojos ardientes, salta a tierra el primogénito y va contra su padre, que le espera en medio del camino con el bastón enarbolado. Detrás se extiende la hueste de mendigos, que tiemblan de miedo y de frío bajo sus harapos, al intentar interponerse. Señor Don Pedrito, considere que es su padre, y que le ha dado la vida, y que puede quitársela. ¡El padre es como el Dios del Cielo!

El día siguiente, juntó todo el pueblo en la plaza al pie de una cruz que allí había enarbolado les explicó los misterios que debían creer y los preceptos que habían de observar, descubriendo la vanidad de sus deidades y perversidad y fraude de los sacerdotes; y públicamente el más viejo de todos, que había encanecido en la malicia, no pudiendo negarse á las luces de la verdad, con que el Padre le daba en los ojos, se rindió vencido, y confesó que había engañado á los demás por tener con qué sustentarse.

Más aún que los sablazos, irritaron a la manifestación los palos de ciertos hombres sin uniforme que iban en el entierro escuchando lo que se hablaba en los grupos, y que, al sonar los primeros golpes, habían enarbolado el vergajo, apaleando en derredor suyo. La muchedumbre bramaba contra los canallas de «la secreta».

Y al mismo tiempo corresponde Cristo nuestro dueño, como infalible que es en sus promesas, con lo que nos dice por San Marcos, consolando y premiando abundantemente en esta vida las gloriosas tareas de sus siervos, comunicándoles el don de nuevas lenguas, que son infinitas como las naciones, que los nuestros aprenden casi milagrosamente para que prediquen el Evangelio, y es maravilla ver cómo aquellos bárbaros, á pocas razones de los misioneros, y viendo enarbolado el inestimable madero de la Cruz y la imagen de María Santísima, pasan á ser, casi de repente, no sólo cristianos en el deseo, sino misioneros fervorosos, apostados á perder la vida, derramando la sangre por la ley Evangélica, y al heroico creer, así de misioneros como de recién convertidos, se sigue lo que nos dice Cristo en el Evangelio, que es echar los misioneros, á vista de todos, los demonios de las Rancherías, que son sus pueblos, de que han estado en pacífica posesión por muchos siglos, con sólo decir aquellos fervosos Jesuitas el Evangelio ó poner las manos sobre los enfermos, se desvanecen los contagios frecuentes en aquellos países, obrando otras milagrosas curaciones; ni los venenos, ni la comida casi corrompida y muchas veces tan escasa, que se reduce á alguna frutilla silvestre, ocasiona el menor daño á la más delicada salud del misionero.

Después la decoración y las figuras cambiaban; se le representaban dos filas de hombres cubiertos con capuchón negro y agujereado en la cara en el lugar de los ojos. Por el fondo venían los mismos que le interrogaron, y uno de ellos traía enarbolado el mismo Santo Cristo que presidió al tormento.

Era un velero de Brema y no iba a América. Se aproximaba a las costas del Brasil para tomar los vientos, ganando después el cabo de Buena Esperanza. Iba a la China a cargar arroz. El Goethe saludó con un bramido el pabellón enarbolado por el velero.

Había el santo varón los años pasados enarbolado en esta tierra una cruz; vinieron allí unos ministros del demonio, acompañados de una tropa de indios Cuzicas, Quimomecas y Pichasicas, y sacándola del hoyo en que estaba fijada, la hicieron pedazos con mucha irrisión y escarnio.