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¿El que mató al marido de cierta bribona á quien galanteaba, y partió con ella los doblones que el difunto había ahorrado, por cuyo delito le ahorcan si no anda por medio don Rodrigo...? El mismo. Ha mandado don Rodrigo á ese hurtado á la horca que enamore á la mujer de Francisco Montiño...

¿No creéis que es una humillación para mi, que yo tan altiva, tan severa, tan desdeñosa con todos, hasta el punto de que creyéndome incapaz de amar, me hayan llamado la menina de nieve, caiga de repente de mi indiferencia, de mi frialdad, en el extremo opuesto, y que el hombre por quien tanto he variado en pocas horas, apenas separado de se enamore de una mujer perdida, y se vaya á vivir con ella y la acompañe al teatro?

Y se le humedecían los ojos, cerrando los puños con desesperación. No se ponga usted así, Gallardo. Lo que yo hice fue un gran bien para usted... ¿No me conoce aún bastante? ¿No se cansó de aquella temporada?... Si yo fuese hombre, huiría de mujeres de mi carácter. El infeliz que se enamore de es como si se suicidase. Pero ¿por qué se fue usté? insistió Gallardo.

Tan compuesta ayer te Que loco me enamoré; Mas la verdad, hoy no Si fué del traje ó de .

No había podido conseguirlo. «¿Qué quieres? decía don Braulio . Manías del señor mayor. Así iba yo cuando muchacho, y no quiero variar. Así te enamoré; así me quisiste; así te casaste conmigoDoña Beatriz no sabía al cabo qué responder; se callaba, y dejaba ir a don Braulio como le daba la gana.

Aquí dio fin el canto de la malferida Altisidora, y comenzó el asombro del requirido don Quijote, el cual, dando un gran suspiro, dijo entre : ¡Que tengo de ser tan desdichado andante, que no ha de haber doncella que me mire que de no se enamore...! ¡Que tenga de ser tan corta de ventura la sin par Dulcinea del Toboso, que no la han de dejar a solas gozar de la incomparable firmeza mía...! ¿Qué la queréis, reinas? ¿A qué la perseguís, emperatrices? ¿Para qué la acosáis, doncellas de a catorce a quince años?

¿Tan alta era la mujer de quien os enamorásteis? Ni me enamoré, ni era alta la mujer á quien mi pensamiento consagró mi amor. Era tan pobre y tan humilde como yo... ¡Margarita! Fray Luis inclinó la cabeza sobre una de sus manos, y repitió con voz opaca y concentrada: ¡Margarita!

No es raro ni tampoco una novedad que una niña de buena cuna se enamore del hijo de un labrador, como no lo es que un caballero ame a una campesina.

Porque si aquellos establecieron que una comedia no representasse, sino la accion que moralmente puede suceder en veinte y quatro horas, quanto mayor inconveniente sera, que en tan breve tiempo un galan discreto se enamore de una dama cuerda, la solicite, regale, y festege, y que sin passarse un dia, la obligue y disponga de suerte sus amores, que començando á pretenderla por la mañana, se case con ella á la noche?

Una de ustedes se casará con cualquier pelele, y la otra se meterá en un conventito a rezar por nosotros los pecadores, a no ser que algún día vea un galán por la reja, y se enamore, y luego se tire por la ventana a la calle. Doña María no podía resistir más.