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Si no es eso, María, ¿sabes? dijo Villamelón con la boca llena . Digo que anda mal, porque anda en malos pasos. ¿Me entiendes? Callaron todos, metiendo las narices en el plato, y los rabillos de cada ojo fueron a fijarse en Currita, que desganada, sin duda, mondaba con suma pulcritud y esmero un hermoso albaricoque.

Los grandes pasteles y las frutas ricas que adornan el centro son alquiladas por una noche, lo mismo que sus domésticos. Todos lo saben, y nadie se atreve á tocar esas cosas apetecibles por miedo á su enfado. La gente se limita al y las galletas, fingiéndose desganada. Cesaron en sus murmuraciones para aplaudir á la poetisa, y ésta, enardecida por el éxito, empezó á declamar nuevos versos.

Y ahora se van a comer. ¿Y me voy a quedar solo con Blas? No, tonto, Jacinta comerá aquí contigo. Mientras su mujer comía, ni un momento dejó de importunarla: « no comes, estás desganada; a ti te pasa algo; disimulas algo... A no me la das . Francamente, nunca está uno tranquilo... pensando siempre si te nos pondrás mala.

Ya hacía diez días que tenía mis pasajes en el bolsillo, por donde se verá cuánto desconfiaba de mismo. María Elvira estaba indispuesta asunto de garganta o jaqueca pero visible. Pasé un momento a la antesala a saludarla. La hallé hojeando músicas, desganada. Al verme se sorprendió un poco, aunque tuvo tiempo de echar una rápida ojeada al espejo.

Salaba los jamones con singular habilidad. El adobo con que preparaba los lomos antes de freírlos en manteca era sabroso y delicadísimo, y teñía la manteca de un rojo dorado que hechizaba la vista, daba delicado perfume y despertaba el apetito de la persona más desganada cuando entraba por sus narices y por sus ojos.

Pero el manuscrito se interrumpía nuevamente, para reanudarse tres meses más tarde. "4 de marzo de 19... "¡Cuánto tiempo sin escribir en mi diario! Estoy desganada, triste. Algo raro pasa en . Ni quiero pensarlo. Pensar es inquietarse, sufrir". "5 de marzo. "¡Qué cosas lindas ha dicho Julio esta tarde, así, al azar de la conversación!

Pero, así que misia Casilda se levantó, en medio de un silencio más largo que los otros intervalos de la conversación desganada, que habían sostenido con la punta de los labios, Susana se abrazó a ella, suplicándola no se marchara todavía. Aquí estoy molestando, hijita, estáis muy ocupadas... La de Esteven, de pie, no decía nada.

Bueno: pues aquella noche pidió al chico relación completa de lo que había, y mostrándose indeciso, como persona desganada que no encuentra manjar bastante incitante para despertar su apetito, se resolvió por la pepitoria. «¿Le duelen a usted las muelas, Sr. de Ponte? preguntole el chico, viendo que no se quitaba el pañuelo de la cara. , hijo... un dolor horrible.