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Las deportaciones de Narvaez, llevaron bastantes individuos á la provincia de Albay, en donde la mayoría de ellos se casaron y no pocos hicieron su fortuna. En Legaspi, vive un antiguo deportado maestro constructor de coches, que en sus ratos de ocio se dedica á la literatura.

En el pueblo de Tianì se decía que, cuando menos, cuando menos, el joven iba á ser deportado y muy probablemente asesinado durante el viaje. Los timoratos y pesimistas no se contentaban con esto y hablaban de horcas y consejos de guerra; Enero era un mes fatal, en Enero fué lo de Cavite y aquellos, con ser curas, fueron ahorcados; con que un pobre Basilio sin amparo ni amistades...

Su casa era un centro de conspiración y un templo de arte: allí se reunían tan pronto, hombres de armas y acción, para hablar de guerra, como se reunían hombres de saber y pensamiento para hablar de «suspiros y risas, colores y notas». Más tarde, el mismo general Blanco, creyéndolo como era la verdad complicado en aquel conato de revolución de 1879, le pidió que hiciera pública protesta de adhesión al Gobierno de España, a lo que él indignado contestó: «Martí no es de la raza de los vendibles». Y fue nuevamente deportado a España, de donde se fugó al poco tiempo, pasando a París y de allí a New York, lugar en que siguió conspirando, conspiración que culminó con aquel desembarco en Cuba de Calixto García, el glorioso General de la frente horadada.

Simoun se sonreía. Le estraña á usted, dijo con su sonrisa fría, ¿que ese indio tan mal vestido hable bien el español? Era un maestro de escuela que se empeñó en enseñar el español á los niños y no paró hasta que perdió su destino y fué deportado por perturbador del orden público y por haber sido amigo del desgraciado Ibarra.

Si existiera el Dios providente, y lo hubiera visto, con una mano se habría cubierto el rostro y con la otra habría hecho rodar al abismo aquella negación de Dios». Y fue luego deportado a Isla de Pinos y más tarde enviado a España en calidad de deportado. Para ella embarcó el 15 de enero de 1871.

Viviendo así se lo encontró, cuando fue deportado a España por los sucesos del 27 de noviembre de 1871, Fermín Valdés Domínguez, su amigo, o más bien, su hermano. Y como Valdés Domínguez llevaba en la bolsa, oro bastante, se instalaron juntos en amplias habitaciones, bien situadas. Y Martí comenzó una nueva existencia.

Días después redujeron a prisión, en el Castillo del Príncipe, a Rafael María de Mendive, más tarde deportado a Santander: y cuentan que Martí, ansioso de ver a su amado maestro, se fue al Gobierno, y sin más recomendación que su persona, consiguió un pase para poderlo visitar: y allí iba él diariamente, al calabozo del cubano prisionero, a llevarle el consuelo de su agradecimiento y su ternura.

Mientras se disponía la comida y llegaba la falúa de la Sanidad, que había ido a depositar a Isidorito como triste deportado en un árido paraje de la costa, señoras y caballeros se diseminaron, dedicándose a la caza o a la pesca, según las aficiones y aptitudes de cada cual.

Este que le tenía mucho respeto desde el día en que le vió hacer operaciones quirúrgicas con la misma tranquilidad como si se tratase de gallinas, le esperaba para darle noticias. Dos de los trabajadores estaban presos, uno iba á ser deportado... se habían muerto varios karabaws. ¡Lo de siempre, cosas viejas! replicaba mal humorado Basilio; ¡siempre me recibís con las mismas quejas!

A Plácido le pareció que le tiraban de las orejas; tenía presente en la memoria la historia de un cabeza de barangay de su pueblo, que por haber firmado un documento que no conocía, estuvo preso meses y meses y por poco fué deportado. Un tío suyo, para grabarle la leccion en la memoria, le había dado un fuerte tiron de orejas.