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Á los pocos dias, se trasladó el Gobierno Dictatorial á la casa que fué Gobierno Civil de los españoles en Cavite, porque la aglomeración de personas que de todas partes acudían, hacía estrecha la primera que se tomó de un particular, y en esta fué donde recibí la grata noticia de la llegada de la expedición de armas, que fueron desembarcadas en el mismo dique del Arsenal á la vista del cañonero Petrell siendo 1.999 el número de rifles, y 200.000 el de municiones con otros armamentos particulares.

Y así la revolución marchó de triunfo en triunfo, justificando el pueblo filipino su poder y su resolución de librarse de todo yugo extrangero, para vivir independiente, tal como yo le había afirmado al almirante Dewey, por lo que este señor y los Jefes y oficiales americanos felicitaron calurosamente á mi y al ejército filipino por los innegables triunfos, comprobados por el gran número de prisioneros que llegaban de todas partes de Luzón á Cavite.

De hondonada en hondonada; y de precipicio en precipicio, dieron las cabalgaduras con nuestros huesos en el término de la ascensión. Nos encontrábamos en la línea que divide las provincias de Cavite y Batangas. La división de estas provincias la deciden la dirección de las corrientes que se deslizan por las pendientes del Sungay.

A la banda de babor teníamos las costas de Cavite. ¡Cuánto recuerdo tiene para nosotros Cavite! Le queremos cual si fuera el pueblo que nos vió nacer; entre su alegre bullicio pasamos muchos meses encontrando cariño, consuelo y amistad.

Por lo que toca á la provincia de Cavite, si bien se circularon órdenes de llamamiento por escrito firmadas por D. Agustin Rieta, D. Cándido Tirona, y por , Tenientes de las tropas revolucionarias, sin embargo, no había seguridad de que fueran atendidas, ni recibidas siquiera; como en efecto, una de estas órdenes cayó en manos del español D. Fernando Parga, Gobernador Político Militar de la provincia, que dió cuenta al Capitán General Don Ramón Blanco y Erenas quién ordenó á seguida, combatir y atacar á los revolucionarios.

Partiendo el Mac-Cullock á las 11 de la mañana del 17 de Mayo para Filipinas, fondeábamos entre doce y una de la tarde del 19, en aguas de Cavite; é inmediatamente la lancha del Almirante con su Ayudante y Secretario particular vino á sacarme para el Olimpia, donde fuí recibido con mi Ayudante Sr. Leyva con honores de General por una sección de guardias marinas.

El año 1869 recorriendo la provincia de Cavite tuvimos ocasión de pernoctar en el pueblo de Silam, célebre entre otras cosas por criarse un café que, fin género de duda, puede competir con el mejor de Moka.

Durante la noche habíamos rebasado el Puerto Limbones, alumbrando los primeros rayos del día la pequeña isleta de Fortun por la proa, confundiéndose en los lejanos horizontes los elevados picos del Sungay, límites de la provincia de Cavite.

En la expresada Real cédula se prevenía al desgraciado Gobernador de Filipinas, D. Diego Salcedo, facilitara á San Vítores toda clase de recursos para establecer una misión en las islas de los Ladrones, y en efecto, y al cumplimiento de lo mandado, se construyó en el puerto de Cavite, el navío San Diego, en el cual se embarcó la misión, á la que le surgió nuevos contratiempos al ir primero á Méjico en donde el Virey interpuso nuevas dificultades, que la constancia y excitaciones del jesuíta pudieron vencer; logrando por último, gracias á su invencible tesón, arribar á la isla de Guajan el 15 de Julio de 1668, desde cuya fecha se puede conceptuar la verdadera posesión de las islas de los Ladrones á los dominios españoles, puesto que hasta entonces no hay noticias se hiciera ocupación alguna.

En aquella campaña, un puñado de frailes contuvieron la dominación inglesa, teniendo en continua alarma á las centuplicadas fuerzas de los enemigos. La influencia que entonces y ahora tiene el fraile de Filipinas, es preciso ser loco para no apreciarla y comprenderla. Como ejemplo de su influencia y de su poder citaremos un episodio acaecido en la insurrección de Cavite.