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Pues no tienes más remedio que hacerlo, porque es una promesa y tengo que cumplirla... me has ayudado hasta ahora en el camino de la virtud... No me abandones a lo mejor. No lo harás, Genovita, ¿no es verdad que no lo harás? ¡Señorita, por Dios, no me mande usted eso! ¡Vamos, Genovita! Te lo pido por el cariño que me tienes. No..., no..., no me pida eso.

Pero como ya sabe usted que todas estas cosas de justicia se llevan con tanta formalidad... Luego en la audiencia no dejan pasar una rata; todo ha de ser a punta de lanza... En fin, me veo en la necesidad de detener a usted... Supongo que será por muy poco tiempo... una pura formalidad; pero hay que cumplirla... No he querido mandar al alguacil ¿sabe usted? por no asustarle, porque la cosa no merece la pena.

Llegó el verano. Solemnizóse el primer aniversario de la muerte de Doña Blanca con llanto y con misas y otras devociones. El escrúpulo de faltar á la promesa de ser monja se borró al fin de la mente de Clarita. Su madre, al morir, la había absuelto de la promesa. El amor inspirado y sentido la excitaba á no cumplirla.

El soberano Señor, en su infinita bondad y misericordia, no ha querido, á pesar de nuestras maldades, que nadie tenga que ser un Séneca para saber perfectamente cuál es su obligación, ni mucho menos que nadie tenga que ser un héroe estupendo para cumplirla. Ni para conocerla te falta entendimiento, ni para cumplir con ella debe faltarte voluntad. ¿Qué es lo que buscas, pues en ?

Aborrezco a los miserables que, por no turbar la paz burguesa del matrimonio, abandonan los hijos que tuvieron fuera de su casa. La paternidad es la más noble de las funciones animales, pero las bestias tienen más valor y más dignidad que el hombre para cumplirla.

Volvió a mirar a su marido, y notando en él una como sonrisilla de hombre de mundo, le dio un pellizco acompañado de estos conceptos, un tanto airados: «, la palabra de casamiento con reserva mental de no cumplirla, una burla, una estafa, una villanía. ¡Qué hombres!... Luego dicen... ¿Y esa tonta no te sacó los ojos cuando se vio chasqueada?... Si hubiera sido yo...».

Así se las Dios. ¡Hola, hola, señor mío! ¿Cómo ha salido de la cárcel sin mi licencia? No hizo falta, señor Visitador. He dado mi palabra, y sabré cumplirla, de regresar en breve a la prisión. Supongo a lo que usted viene..., a hablarme, sin duda, de su causa. Precisamente, señor Visitador. Pues tiempo perdido, amigo mío.

Y llego ahora a la relación que directamente tiene, con el sentido general de esta plática mía, el comentario de semejante espíritu de imitación. Todo juicio severo que se formule de los americanos del Norte debe empezar por rendirles, como se haría con altos adversarios, la formalidad caballeresca de un saludo. Siento fácil mi espíritu para cumplirla.

Si he pecado escribiendo más, sin intención ha sido, pero sin embargo, espero la penitencia, para cumplirla, que vuecencia ilustrísima se digne imponerme como padre espiritual y sacerdote, y por otra parte he escrito la carta para mi tío que vuecencia ilustrísima me manda escribir en la suya, y en la cual carta desvanezco completamente las dudas de mi tío acerca de los deslices de su hija y de la enemistad de Quevedo.

Luchando sin cesar entre estos impulsos empecatados y las repugnancias de mi conciencia de hombre formal, hubo ocasión en que me reí de propio, viéndome discurrir con el criterio de un colegial mal avenido con su encierro. ¡Qué cosas se me ocurrían para justificar una escapada, con promesa de volver y propósito de no cumplirla!