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Quiero que al cuerpo que aquí está enterrado, Vuelvas el alma que le daba vida, Aunque el fiero Caron del otro lado La tenga en la ribera denegrida, Y aunque en las tres gargantas del airado Cerbero esté penada y escondida, Salga, y torne á la luz del mundo nuestro, Que luego tornará al escuro vuestro; Y pues ha de salir, salga informada Del fin que ha de tener guerra tan cruda, Y desto no me encubra ó calle nada, Ni me dexe confuso y con mas duda La platica desta alma desdichada, De toda ambiguidad libre y desnuda Tiene de ser.

CARON. Sus, sus, fenezca el maldito De los malos el peor, Pues ha falsado lo escripto, Aqui do hizo el delito Pague la pena el traidor. MUERTE. Entienda todo varón Y toda mujer criada La materia de que son, Y concedamos perdón Que esta obra es acabada.

Al fin trae un demonio á Lutero para recibir su castigo: CARNE. ¿Qué castigo se dará Al que engaños tan contrarios Os ha hecho aquí do está? ¿Qué castigo? el que se da á los vellacos falsarios. CARON. Abreviemos que he recelo, No haya otro engaño y presa, Con que nos ponga del duelo, No quede huesso ni pelo Que no sea hecho pavesa.

y Carón le asesta el golpe mortal; pero cae él mismo moribundo, diciendo: Toda mi furia cae Á tus plantas, á donde Muerta la Muerte yace. El héroe celestial prorrumpe en estas palabras de queja: ¡Padre mío! ¿Por qué me desamparaste? mientras la barca de la Muerte lo transporta á la otra orilla. Truenos, relámpagos y terremotos.

Todo lo cual, visto de improviso en alguna manera alborotó á Don Quijote, y puso miedo en el corazón de Sancho; mas luego se alegró Don Quijote, creyendo que se le ofrecía alguna nueva y peligrosa aventura; y con este pensamiento y con ánimo dispuesto de acometer cualquier peligro, se puso delante de la carreta, y con voz alta y amenazadora, dijo: «Carretero, cochero ó diablo, ó lo que eres, no tardes en decirme quién eres, á do vas, y quién es la gente que llevas en tu carricoche, que más parece la barca de Caron que carreta de las que se usan.» A lo cual mansamente, deteniendo el diablo la carreta, respondió: «Señor, nosotros somos recitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho en un lugar que está detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus, el acto de las Cortes de la muerte, y hémosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí se aparece; y por estar tan cerca y excusar el trabajo de desnudarnos y volvernos á vestir, nos vamos vestidos con los mesmos vestidos que representamos.

La Naturaleza humana abre al fin los ojos, se arrodilla, y da las gracias al Creador por haberla hecho de la nada; el divino Orfeo le concede el predominio de la tierra, y se entrega al descanso en brazos del séptimo Día. La esfera celeste se cierra de nuevo. El Príncipe de las tinieblas oye con rabia y desaliento los cánticos de alabanza, que la Naturaleza humana dirige á la reciente Creación; llama al barquero Carón, y le confiere el señorío de las negras aguas, con orden de no pasar á nadie sin someterlo antes á su dominio.

Son interlocutores un ángel, un diablo, un hidalgo, un logrero, un inocente llamado Juan, un fraile, una moza llamada Floriana, un zapatero, una alcahueta, un judío, un corregidor, un abogado, un ahorcado por ladrón, cuatro caballeros que murieron en la guerra contra moros, el barquero Carón. Fué impreso en Burgos en casa de Juan de Junta, á veinte y cinco días del mes de enero, año de 1539.

Luego vienen ángeles cantando, que traen cinco timones con cinco llagas para dirigir una barca; también aparece el barquero infernal con su navecilla; la muerte arrastra Papas, cardenales, arzobispos, emperadores y reyes, los cuales al fin, y á pesar de las protestas de Caron, son llevados por los ángeles al paraiso.

Todo lo cual visto de improviso, en alguna manera alborotó a don Quijote y puso miedo en el corazón de Sancho; mas luego se alegró don Quijote, creyendo que se le ofrecía alguna nueva y peligrosa aventura, y con este pensamiento, y con ánimo dispuesto de acometer cualquier peligro, se puso delante de la carreta, y, con voz alta y amenazadora, dijo: -Carretero, cochero, o diablo, o lo que eres, no tardes en decirme quién eres, a vas y quién es la gente que llevas en tu carricoche, que más parece la barca de Carón que carreta de las que se usan.