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Tendrías que cantarle el motivo. Se lo cantaré... vaya. Bonita escandalera armarías... Nada, hija, que la trampa te la ponen donde quiera que vayas, y ¡pum!... ídem de lienzo. Pues ea... no me casaré dijo la novia en el colmo ya de la confusión. ¡Quia! Por tonta que te quieras volver, no harás tal... ¿Crees que esas brevas caen todos los días?

No puede ser, querido: esas brevas son demasiado fuertes para ; yo gasto unos cigarros más flojos... aquí tiene V... si V. gusta... Muchas gracias: yo necesito que pique un poco el tabaco; lo flojo no me sabe a nada... ¡Milagro será pensó Miguel que te tragues esa copaza y esa breva! Pues como le iba diciendo, Sr.

En Mariquita León puede afirmarse que hay cuatro acciones en vez de una: la enemistad entre el alcalde y Berrinches, el cual se revuelve como acosada fiera, y acaba por asesinar a quien le persigue; la avaricia de Brevas, que excita a Juanito sin sal a hurtarle el trigo, y la repugnante y espantosa lucha entre padre e hijo que el hurto descubierto ocasiona y que da por resultado la muerte del padre; los poéticos y apenas iniciados amores entre Mercedes y el médico, que terminan melancólicamente en una separación algo, a mi ver, obscura y sutilmente motivada; y por último, la penosa enfermedad del niño enclenque, hijo muy amado de Mariquita León, con cuya muerte acaba la novela.

La mayoría de estos personajes, el cacique Brevas, su hijo, Berrinches, y el alcalde Larán-larán es moralmente fea y ruin; pero la afición pesimista prevalece hoy en las obras de ingenio, y no nos atrevemos a censurar lo negro del cuadro, aunque le hubiéramos preferido menos negro. Todas sus figuras, sin embargo, no están tiznadas por los vicios y pecados.

Por último después de la procesión el Cabildo eclesiástico obsequiaba á sus convidados con cerezas, brevas, ciruelas y vino blanco; merienda harto frugal y que andando el tiempo en 1530 hízose ya más suculenta pues además de las frutas y vinos hubo ternera, pollos, palominos, perniles de tocino, pasteles, limones para la ternera y azucar á cuyos sabrosos comestibles añadieron el conocido manjar blanco, agraz y vino aloque.

El mismo santo, al venir con su puntualidad acostumbrada, ha traído en el morral excelentes brevas, y es tan fino y liberal, que dice que para el año que viene traerá lo mismo. El labrador azufra las viñas, y después las aporca y arrodriga, dándoles unos bastoncitos para que se apoyen y estiren sus entumecidos brazos.

Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo; en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores.

Tuve la suerte de acertar casi siempre; y ya lo mismo le daba a don Pepito Guzmán encontrarse en la droguería con el principal que con el dependiente, cuando de higos a brevas iba por allá con los motivos de costumbre. Retirose nuestro tío, y se murió bien pronto, y continué yo mereciendo todas las atenciones y hasta la amistad que él había merecido del señor de Guzmán.

Todavía prosiguió el viejo seductor por largo rato amontonando argumentos con la fluidez insinuante que caracterizaba su discurso. Su elocuencia, secundada poderosamente por el manzanilla, logró al cabo marear, si no convencer, al sillero. Una hora después salían ambos del café con sendas brevas en la boca, colorados, risueños; despidiéndose muy afectuosamente en la primer esquina.

Apesar de no pasar de los cuarenta, hablaba entonces de obrar con tiento, de dejar que se maduren las brevas, y añadía por lo bajo, ¡melones! de pensar mucho y andar con piés de plomo, de la necesidad de conocer el pais, porque las condiciones del indio, porque el prestigio del nombre español, porque primero eran españoles, porque la religion, etc., etc.