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una voz: «¡Apiádate de , querida, apiádate de sólo por hoy!» Y esa voz estaba tan cambiada, que no la reconocía. Me alejé, pero sentía crecer en el temor de que Roberto se fuera desengañado, con el rencor en el corazón, sin una palabra de explicación, sin haber sospechado siquiera todo el alcance del amor de Marta.

Sorege me hizo un último signo de animación y casi desvanecida de fatiga y de angustia, me alejé de París, dejando tras de el horror de un doble crimen; el que yo había cometido y el que había dejado cometer. Jacobo inmóvil, temblando, miraba á Lea con más lástima que cólera. Estaba penetrado del horror de la situación en que aquella desgraciada se había encontrado.

Me alejé de Suiza con pesar, porque ese país admira y seduce en todos sentidos; y si llevaba en el corazon una simpatía, habia fortificado profundamente mis convicciones, mediante la observacion imparcial ó desprevenida de los hechos.

Apoyé la mano en la cerradura: estaba puesta la llave. Me alejé, volví, torné a alejarme. El corazón me latía hasta romperse, estaba como embrutecido y temblaba de pies a cabeza. Vagué por el corredor en completa oscuridad; luego me quedé como clavado en un sitio sin ninguna idea de lo que iba a hacer.

Muchas gracias. Y se volvió tranquilamente para seguir tocando. Yo me alejé riendo de aquella singular escena. En otra, un padre o preceptor estaba enseñando el abecedario a un chicuelo de doce a catorce años; en otra se merendaba; en otra se tocaba la guitarra, digo, en otras, porque fueron bastantes las en que los acordes suaves del instrumento nacional.

Me tendió la mano diciéndome: »Vete, amigo mío, déjame sola. »Y me alejé, pues quería complacerla en todo; ni siquiera la tomé en mis brazos. »Un cuarto de hora después, la vi cruzar el patio. Yo la acechaba desde mi ventana, pero ella no volvió la cabeza. »Al día siguiente por la mañana... sabes, querido tío, cómo la encontré; y en aquel instante se descargó sobre un rayo.

Confieso que fué por mi culpa... No tuve constancia ni firmeza para desafiar y despreciar la opinión pública y sufrí débilmente la influencia de cobardes consejos. Me alejé un poco de esas desgraciadas señoras y cuando volví hallé la puerta cerrada y los corazones llenos de desdén... Por eso he paseado por el mundo entero mi tristeza durante diez y ocho meses, sin lograr calmarla.

Cuando acababa este discurso se había arrodillado sobre una roca en actitud de orar. Me alejé de allí sin que él se diese cuenta, reflexionando sobre todas mis emociones del día, e incierto aún sobre lo que debía hacer, pero bien persuadido de la inocencia de Adela.

851 Con semejante alvertencia se completó mi redota; le vi los pies a la sota, y me le alejé a la viuda, mas curao que con la ruda, con los grillos y las motas. 852 Despues me contó un amigo que al Juez le había dicho el cura que yo era un cabeza dura y que era un mozo perdido; que me echaran del partido, que no tenía compostura.

Después de poner mi óbolo humilde en él gorro de uno de los artistas proscritos, me alejé acongojado, sintiendo que llevaba en mi oido como el eco vago de los últimos aires del himno italiano, y orgulloso de haber nacido en el seno de la democracia para poder ofrecer desde el fondo de mi corazon un voto de fraternidad á los hermanos oprimidos.