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Cuando sonaba la hora de la llegada de Juan, acechaba sus pasos en la escalera. Al principio lo hacía maquinalmente, ansiosa de ver calmarse a su padre; pero una noche sorprendiose de esperar a Juan tan febrilmente... ¡Cómo, su camarada de la infancia la preocupaba hacía algún tiempo! ¿Era, pues, un hombre nuevo o lo había desconocido hasta entonces?

Al primer sonido de esa voz, Roberto se dio media vuelta bruscamente, y entonces se quedaron un rato frente a frente sin hacer un movimiento, sin articular una sílaba. Yo temblaba; hacía dos días que acechaba ese momento, y he ahí que el resultado burlaba lastimosamente mi espera. Al fin se acercaron lentamente el uno al otro y se besaron.

19 Mas Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía; 20 porque Herodes temía a Juan, conociéndolo varón justo y santo; y le tenía respeto; y escuchándole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana. 21 Y venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su nacimiento, daba una cena a sus príncipes y tribunos, y a los principales de Galilea;

Me tendió la mano diciéndome: »Vete, amigo mío, déjame sola. »Y me alejé, pues quería complacerla en todo; ni siquiera la tomé en mis brazos. »Un cuarto de hora después, la vi cruzar el patio. Yo la acechaba desde mi ventana, pero ella no volvió la cabeza. »Al día siguiente por la mañana... sabes, querido tío, cómo la encontré; y en aquel instante se descargó sobre un rayo.

Era Julio, que acechaba el dolor ajeno para manjar de su alma perversa.

Pensaba Crespo que a Víctor no se le había ocurrido, como no se le ocurrieron otras tantas cosas, que aquella noche se repetiría la escena de la anterior, que debía de ser ya antigua costumbre; podía don Álvaro, que no había visto a su víctima cuando le acechaba en el parque, volver a las andadas, sorprenderle Quintanar, y entonces era imposible evitar una tragedia.

Don Custodio, joven ardentísimo en sus deseos, creía demasiado en los milagros de fortuna que hace la confesión auricular y atribuía a ellos sin razón los progresos del Magistral; por esto acechaba la sucesión del Arcipreste con más avaricia que todos, con pasión imprudente.

Algunos instantes después, como si se hubiera acordado de algo, se animó, y con los ojos brillantes se asomó a la ventana: acechaba a su madre. Permaneció asomado a la ventana una hora entera. Muchas veces creyó divisar detrás de la esquina la gorra de piel, los ojos terribles y el pálido rostro maternos. Se disponía ya a lanzar un grito de horror, cuando la visión desapareció.

Me volví loco, te busqué como se busca lo que más queremos en el mundo. No te encontré; a la vuelta de una esquina me acechaba una pulmonía para darme el estacazo... caí». ¡Pobrecito mío!... Lo supe, . También supe que me buscaste. ¡Dios te lo pague! Si lo hubiera sabido antes, me habrías encontrado.

Marenval, que acechaba á su compañero hacía largo rato, se acercó entonces y preguntó, no sin inquietud: ¿Qué diablos de conferencia han tenido ustedes los tres en ese rincón? Por los ademanes, me parecía que la conversación era grave. Y no se engañaba usted. Á poco me ofrece miss Maud llevarme ella misma á la Nueva Caledonia... ¡Usted se chancea! No, por cierto. Y esto, delante de Sorege.