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Aunque algunos pretendieron que no saliesen las mujeres á las tablas, y que se restaurase la antigua costumbre de representar los niños sus papeles, no se accedió á su demanda, y, al contrario, se declaró que este último uso era más decente que el primero.

El 28 de Julio Casas accedió á las instancias del ayuntamiento, y el 5 de Agosto se presentaba en Carácas el mencionado agente.

Varias veces habían propuesto á Elías que se llevase á Clara á vivir con ellas, por la razón de que sola en su casa, la muchacha se había de contaminar necesariamente con las ideas del siglo. Coletilla no accedió al principio por respeto; pero al fin acogió la idea, y ya hemos visto como se preparó á realizarla.

Poco antes de llegar esta expedición militar, y las que despues vinieron con el General Merrit, el almirante Dewey, envió á su Secretario, al Gobierno Dictatorial pidiéndome permiso para colocar las tropas americanas en Tambò y Maytubig, lugares de los pueblos de Parañaque y Pasay; á todo lo que el Gobierno Dictatorial accedió debido á las honradas promesas del almirante Dewey arriba consignadas.

Al fin, el gigante, aburrido de tantas mediaciones y no queriendo que los pigmeos le creyeran miedoso de su poder, accedió á salir de la Galería. Un zumbido inmenso se levantó del suelo saludando su presencia.

»Logrado este primer deseo, solicité para Carlos la plaza de secretario, que Teobaldo no podía desempeñar, a lo cual accedió también mi tío sin repugnancia y sin objeción alguna. Semejante conducta de su parte dejome profundamente admirada, y mi alegría rayaba en locura, pensando que la edad había cambiado el carácter del Duque.

Mi padre lo ha recordado muchas veces á mi madre delante de , y mi buena madre le contestaba sonriendo: yo, señor, no dormí tampoco. ¿Pero creo que vos habéis dormido esta noche pasada? dijo don Juan. Accedió mi abuelo, y apenas se vieron fuera de la población, mi padre le dijo quién era, cuánto poseía, que estaba perdidamente enamorado de su hija, y que quería casarse sobre la marcha con ella.

A las ocho ya estábamos en la mesa. La enferma accedió a nuestro deseo y vino a presidir el banquete. Al lado de ella se colocó don Román, en el otro tía Pepilla y Andrés. Angelina y yo ocupamos el lugar acostumbrado. Pocos platillos: rica sopa de almendra, «sopa de la pelea pasada», como decía don.

Aficionado solamente repuso sonriendo con beatitud. No le diré a usted que a fuerza de ver y observar no sepa distinguir un poco; pero eso no vale nada. Villa, para darle por el gusto, le invitó a que nos mostrase su galería de cuadros, a lo cual accedió inmediatamente. La mayor parte estaban colgados debajo de los arcos del patio.

Era un consuelo egoísta y feroz ver que á todos llegaba la desgracia, sin reparar en años ni en gallardías... Por esto accedió al ruego de su primo, haciendo llamar al ingeniero. ¡A ver, que pasase aquel compañero de desgracia!... Fernando no quiso sentarse; tenía prisa por volver á los altos hornos después del tiempo perdido; deseaba cumplir sus deberes hasta el último momento.