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Actualizado: 25 de julio de 2025
Ramiro acordose de las campanas de Avila, de las tardes de su niñez en la torre solariega y de su madre, siempre llorosa, siempre enlutada, siempre taciturna. Rezó las avemarías. Estaba redimido, estaba purificado, pero sentía su pecho ávido y triste, como un arroyo sin agua. Quiso entrar en la ermita para verter al pie del altar su congoja profunda. Levantose.
Viendo que el enfermo nada decía, el P. Florentino como absorto en un pensamiento, murmuró: ¿Dónde está la juventud que ha de consagrar sus rosadas horas, sus ilusiones y entusiasmo al bien de su patria? ¿Dónde está la que ha de verter generosa su sangre para lavar tantas vergüenzas, tantos crímenes, tanta abominacion? ¡Pura y sin mancha ha de ser la víctima para que el holocausto sea aceptable!... ¿Dónde estais, jóvenes, que habeis de encarnar en vosotros el vigor de la vida que ha huido de nuestras venas, la pureza de las ideas que se ha manchado en nuestros cerebros y el fuego del entusiasmo que se ha apagado en nuestros corazones?... ¡os esperamos, o jóvenes, venid que os esperamos!
Todos tenemos una querida ideal, cuya mascarilla en vano buscamos entre las mujeres de la tierra. ¡Un alma de mujer, como un cáliz de oro, donde verter el licor musical de nuestro corazón en esas horas tristes en que la emoción se desborda! La Musa de la Noche tiene para mí todos los magos prestigios de esa amante suprema.
El mozo le saludaba en el momento de dar un restregón con el paño a la mesa, y él, contestando con cierta dignidad, frotábase las manos, se acomodaba bien en el asiento, conservando la capa sobre los hombros; después acercaba el vaso, poniendo a la derecha, a la discreta distancia a que se pone el tintero para escribir, el platillo del azúcar, y luego atendía a la operación de verter en el vaso la leche y el café, poniendo mucho cuidado en que las proporciones de ambos líquidos fueran convenientes y en que el vaso se llenara sin rebosar.
Otra cosa parecía interesarla: algo que no acertaba a decir, pero la hacía verter lágrima tras lágrima. El siñó Pep luego de cerrar la puerta de la casa, se había paseado más de una hora por la cocina mascullando palabras y cerrando los puños. «¡Aquel don Jaime!... ¡Empeñarse en conseguir lo que era imposible!... ¡Testarudo como todos los suyos!...
Los padres son los grandes actores, los eminentes trágicos, cuando llega la hora solemne de verter lágrimas por sus hijos. Excuso decir á mis lectores que la labriega era la madre, y el labriego el padre del muchacho. A este tocó la suerte de soldado, habia ingresado en caja, se quedaba en Paris, y aquel abrazo, dulce y desgarrador al mismo tiempo, era la despedida.
El universitario aceptó con humildad. ¡Si usted se empeña!... ¡Es usted tan bondadoso!... Sabía Golbasto por experiencia que nada halagaba á este compañero como oir sus versos recitados por su boca. El poeta del cochecillo en forma de concha, de los tres caballos humanos y del látigo sangriento declamaba con una dulzura celestial que hacía verter lágrimas.
Seria y solícita, la novia atendía y servía a todo el mundo; dos o tres veces su pulso desasentado le hizo verter el Pajarete que escanciaba al buen don Nemesio, colocado en sitio preferente, a su derecha. El novio entretanto conversaba con los hombres, y, al alzarse de la mesa, repartió excelentes cigarros de que tenía rellena la petaca.
Mucho me alegraría de que así sucediese respondió la niña con perfecta naturalidad. Castro hizo una defensa apasionada de su amigo, lo recomendó con toda eficacia a la benevolencia de Esperanza. Mas al verter en el oído de ésta algunas exageradas frases de elogio, el tono displicente con que las pronunciaba y la sonrisa burlona que no se le caía de los labios, las desvirtuaban bastante.
Con este motivo se empelotaron en una disputa violenta y agria. En el curso de ella Moreno, aunque procuraba tener la lengua por hallarse en casa ajena y entre gente fanática, no pudo menos de verter algunos conceptos poco respetuosos hacia Moisés. El presbítero gordo, que era sin duda el más irritable del concurso y había escuchado la disputa con visible impaciencia, se enfureció de pronto.
Palabra del Dia
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