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Actualizado: 11 de mayo de 2025


A ciertas horas del día hallaríasele invariablemente paseando por los boulevares con el cigarro en la boca balanceando su esbelta figura entre la muchedumbre; dirigiendo su mirada atrevida, escrutadora, a las bellezas que cruzaban cerca, inclinándose a un lado y a otro para ver mejor; a veces teniendo el paso y siguiéndolas con la vista largo rato. Es guapa esa barbiana, ¿verdá ?

Tenía sed de vivir, de gozar, y cuando en medio de su existencia azarosa le acometía la duda de lo futuro, veía, cerrando los ojos, la graciosa sonrisa de María de la Luz, escuchaba su voz, que siempre le decía lo mismo cuando él se presentaba en la viña. Rafaé: me dicen muchas cosas de ti y toas son malas... ¡Pero eres bueno! ¿verdá que cambiarás?...

¿Por qué? ¿Yo no he sido joven también y no he tenido novios? ¡Pobresita! añadió, acariciando la cabeza de su hija . ¿Tenías miedo de verdá a tu mamita?... No, hija, no; siendo el novio una persona regular..., y el señor lo es..., no hallo motivo... No por qué este señor ha dejado de venir a casa... Lo he sentido mucho... Pero, en fin, cuando él lo ha hecho, sus rasones tendrá.

«¿Qué te parece esta perla, tía RomaBonita de veras. Yo no lo entiendo. Valdrá miles de millones. ¿Verdá usté? Pues esta perla dijo Torquemada en tono triunfal, es para la señora Virgen del Carmen. Para ella es, si pone bueno á mi hijo. Te la enseño, y pongo en tu conocimiento la intención, para que se lo digas. Si se lo digo yo, de seguro no me lo cree.

Y el Zapaterín, con una tristeza de remordimiento, permitía que el otro se apoderase de todo el dinero, murmurando: Es verdá... es verdá. Este enternecimiento no impedía a Juanillo continuar su existencia anormal, apareciendo en casa de la señora Angustias muy de tarde en tarde y emprendiendo viajes lejos de Sevilla. Chiripa era un maestro de la vida errante.

El señorito paseó su mirada de triunfador sobre las aterradas jóvenes, no acostumbradas a tales escenas. ¿Eh?... ¡Allí tenían a un hombre! Las Moñotieso y su padre, que por acompañar a todas partes a don Luis como pupilos de su generosidod «se lo sabían de memoria», se apresuraron a dar por terminada la escena, moviendo gran estrépito. ¡Olé los hombres de verdá! ¡Más vino! ¡Más vino!

Yevaba usté sinco mil duros. ¿No es así? Iga la verdá. Ya ve que estaba bien enterao... Otra ves le vi en un animal de esos que yaman otomóviles, con otro señó de Seviya que creo es su apoderao. Iba usté a firmar la escritura del Olivar del Cura, y yevaba una porrá de dinero aún más grande.

Es el de Sobrado, parque Usté no dude, y Usté se iformará y veraque es verdá. Q. b. s. m. Un afetísimo amigo». La Comadreja cerró, dictó sobre y señas, puso lacre fino del que ella usaba para escribir a su capitán, pegó un sello, y dijo a la Tribuna: Ahora, de paso que vuelves a tu casa, la echas en el correo con disimulo.

Confieso que soy un poco bruta y testaruda, ¡pero no siempre, hijo, no siempre!... Además, no me sienta mal este geniecillo agrio, ¿verdá ? La hermosa odalisca se había sentado sobre las rodillas del duque y le daba fuertes palmadas con entrambas manos en sus carrillos de trompetero recién rasurados. Vestía una bata de color azul oscuro con adornos más claros, que le sentaba admirablemente.

Con este saber y el del vivir de nusotras dos, traía el indino de él ajustá la cuenta, año por año y día por día, del montante del agorro que yo debía guardar, y guardaba en verdá de Dios, como oro en paño, pa el mejor acomodo de mi Tona el día de mañana.

Palabra del Dia

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