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Actualizado: 11 de mayo de 2025
El hocico de ratón tiene la palabra: ¡Pueda que no me lo crean y es tan cierto como que habemos de morir y la tierra nos ha de comer! Para más verdá fue un día de San Silvestre.... Andarían las brujas sueltas interrumpió el cura de Boán. Si eran meigas o era el trasno, yo no lo sé: pero lo mismo que habemos de dar cuenta a Dios nuestro Señor de nuestras auciones, me pasó lo que les voy a contar.
Ni poncho con que taparnos. 658 Dichoso aquel que no sabe lo que es vivir sin amparo; yo con verdá les declaro, aunque es por demás sabido, dende chiquito he vivido en el mayor desmparo. 659 No le mermam el rigor los mesmos que le socorren; tal vez porque no se borren los decretos del destino, de todas parten lo corren como ternero dañino.
Si Caytano se huye, e que está mu castigao, el probesico ya se va pa Viyavieha como yo... Pero diga usté que sí, D. Luisito... cuando le sale un toro de verdá, ¡Caytano tá superió! Vamos, con Cayetano todavía transijo dijo Enrique.
Por último declaró que le había dado tres pesetas. El majo soltó una carcajada. Y tú le habrás dicho: ¡Adiós, rumbosa! ¿verdá tú?... Las mujeres todas son lo mismo. Al mismo tiempo echó mano generosamente á la cartera y le dió un billete de diez duros. Antoñico. Razón tenía para poner reparos al ofrecimiento de su casa.
Yo digo la verdá aunque sea delante del mi marido replica la de la buhardilla, mirando de reojo á una esquina de la calle y bajando la voz así que ve al Tuerto. La vieja del segundo clava la última raba, y sin mirar hacia su nuera, vase retirando del balcón, dejando fuera estas palabras: Anda, anda á prepararle la comida, ¡borrachona!
Yo digo la verdá aunque sea delante del mi marido, replica la de la buhardilla, mirando de reojo á una esquina de la calle y bajando la voz así que ve al Tuerto. La vieja del segundo clava la última raba, y sin mirar hacia su nuera, vase retirando del balcón dejando fuera estas palabras: Anda, anda á prepararle la comida, ¡borrachona!
Lo mismo en casa de Anguita que cuando nos tropezábamos en la calle, charlábamos como buenos y antiguos amigos; tanto, que una vez, que confidencialmente reíamos en un rincón, exclamó Pepita, al cruzar por nuestro lado: ¡Tiene grasia! Hase poco querían ustedes matarse, y ahora... Y ahora noz estamo dando la lengua, ¿verdá, prenda? replicó Daniel con su inveterado cinismo.
Hasta no tardó en envanecerse. Qué sangre tiene mi tío, ¿verdá, tú? Compartí su admiración, aunque en el fondo me reservé el derecho de juzgar al conde como merecía. Contome otras cuantas atrocidades de él en este género, que no hicieron más que confirmar mi opinión.
Tomando pie de aquí, continué yo explorando la calidad y el tamaño de sus ambiciones de mujer; y de cuadro en cuadro y de supuesto en supuesto, fui a parar a que en respuesta a otra pregunta mía, me dijera: Pues con toda verdá de la mi alma, y así Dios me castigue si le miento: como deseos, por decir propiamente deseos de mujer moza, vamos, lo que yo pediría, puesta a pedir, tocante a ese particular, es una vida como la que ahora llevo.
Disen las gentes por ahí... hablan... ¡se inventan tantas mentiras! Usté no haga caso, señá Carmen. ¡Alegría, y a vivir, que eso e la verdá! Ella volvió a insistir. Pero ¿qué había pasado en el cortijo?... El cortijo era su casa, y esto la indignaba, viendo unido a la infidelidad algo que le parecía un sacrilegio, un insulto directo a su persona. ¿Usté cree que soy tonta, Sebastián? Yo lo veo too.
Palabra del Dia
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