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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Miren que citarme á mí tarifas ahora, y nada menos que del arzobispo don Basilio Sancho, ¡puñales! como si de entonces acá no hubiesen subido los precios de los artículos. ¡Ja, ja, ja! ¿Por qué un bautizo ha de ser menos que una gallina? Pero yo me hago el sueco, cobro lo que puedo y no me quejo nunca. Nosotros no somos codiciosos, ¿verdá usted, P. Salví?
Se habrá usted perdido, por supuesto. Alguna vez; pero he preguntado y fui saliendo adelante. Pues hijo, como usted tardaba tanto, ya creía que se nos había extraviado. Estaba pensando en poner un anuncio en los papeles... Buena carpanta traerá ya, ¿verdá uté? Así, así. Pues a comer, hijo, ¡andandito! Y se alejó como un jilguero que va a posarse en otra rama.
D. Laureano, avergonzado y alentado al mismo tiempo, exclamó irguiéndose: Vaya, vaya, déjame en paz y sigue tu camino. Nada tengo que partir contigo. ¿Nada tienes que partir conmigo, malvao? Y la criatura que he dejao en Madrid ¿es la punta de un cigarro que tiras a la calle cuando empieza a quemarte, verdá tú?
¿Qué hora tiene, don Melchor? Las diez menos cuarto. ¡Verdá! que hemos andado pronto... bueno que estos caballos son de ley. El que es de ley es el cochero dijo Lorenzo, y no le hacen justicia. Y con caminos pesados agregó Ricardo. Algo... sí, señor... al salir del pueblo...; pero después, no... por aquí está casi seco... es que hemos tenido caballos guapos...
Garabato acogía con resignación estas amenazas, pero se vengaba de ellas encerrándose en un silencio de hombre superior, contestando con encogimientos de hombros a la alegría del maestro cuando éste, al volver de la plaza en una tarde feliz, preguntaba con satisfacción infantil: ¿Qué te ha paresío? ¿Verdá que estuve güeno? De la camaradería juvenil guardaba el privilegio de tutear al amo.
Yo tengo enemigos: gente que me la tié jurá. A veses hay charranes que yevan el soplo con la esperansa de unas pesetas, o descastaos que se les manda una cosa y no la hasen; y pa que toos respeten a uno, hay que tené la mano dura. Si uno les pincha de verdá, quea la familia pa vengarse.
714 Grábenlo como en la piedra cuanto he dicho en este canto, y, aunque yo he sufrido tanto, debo confesarlo aquí: el hombre que manda allí es poco menos que un Santo. 716 Y guarden en su memoria con toda puntualidá lo que con tal claridá les acabo de decir: mucho tendran que sufrir si no creen en mi verdá.
410 Pero voy en mi camino y nada me ladiará; he de decir la verdá; de naides soy adulón; aqui no hay imitación; esta es pura realidá. 411 Y el que me quiera enmendar mucho tiene que saber; tiene mucho que aprender el que me sepa escuchar; tiene mucho que rumiar el que me quiera entender.
Iba a llamar al Nacional para darle orden de que se llevase la bestia, cuando oyó a sus espaldas una voz conocida, una voz que no adivinó de quién era, pero que le hizo volverse rápidamente. Güenas tardes, señó Juan... ¡Vamo a aplaudí la verdá!
¡Ni pienso!... Vaya, Baldomero, y hágalos salir del campo. ¿De «verdá», don Melchor...? ¿Pero no me entiende?... ¿o quiere que vaya yo?... Déjalos, ¡infelices! insistió Lorenzo. ¡No quiero!... ¡Vaya!... ¡No me da la gana!...
Palabra del Dia
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