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Vagamente, sin embargo, porque lo mismo Villa que Isabel habían guardado reserva absoluta, entró en su mente la idea de que yo estaba enamorado en otra parte, y no me dejaba vivir con su «Uté etá chiflaíto, Sanhurho. Se le conose a uté en los oho. A vese lo pone uté entornaíto, entornaíto, que paese que se quea uté dormío.» Y era verdad. Más de una vez y más de dos me tengo dormido escuchándola.

La pata grande, el pelo de cáñamo; pero se traen sus cosas, ¡vaya si se las traen!... Y como apenas camelan lo que uno las dise, too es reír y enseñar los piños, que son mu blancos, y abrir los ojasos... No hablan cristiano, pero entienden cuando se les hase la seña del parné; y como uno es un cabayero y grasia a Dió quea siempre bien, dan pa tabaco y pa otras cosas, y se va viviendo.

¡Jozé María! gimió la vieja. ¡Que se muere!... ¡Que se me quea entre las manos! ¡Hijo mío! Y Alcaparrón, en vez de acudir al llamamiento de su madre, salió corriendo como un loco. Había visto pasar a un hombre, una hora antes, por el camino de Jerez con dirección al ventorro del Grajo. Era él, el ser extraordinario del que todos los pobres hablaban con respeto.

Y aemás, no es una panoli de las que vistas una vez ya está visto too. Con ella siempre quea argo que desear, argo que se espera y no yega... En fin, Sebastián, no pueo explicarme bien... Pero no sabes lo que es una señora; así es que no me prediques y sierra el pico. Gallardo ya no recibía cartas de Sevilla. Doña Sol estaba en el extranjero. La vio una vez, al torear en San Sebastián.

¡Compañero, qué rozario! exclamó Valero en el colmo de la indignación. ¿Le quea a uzté todavía algún novenario en la boca? Con la algazara que se armó despertose Manín, desperezose bárbaramente, abrió una bocaza de media vara, dejando escapar un aullido formidable, que impresionó al auditorio. Luego volvió el ciclópeo torso de medio lado y se dispuso a empalmar el sueño.

Yo tengo enemigos: gente que me la tié jurá. A veses hay charranes que yevan el soplo con la esperansa de unas pesetas, o descastaos que se les manda una cosa y no la hasen; y pa que toos respeten a uno, hay que tené la mano dura. Si uno les pincha de verdá, quea la familia pa vengarse.

¿Quién me conosería continuó si hubiese seguío viviendo en mi pueblo?... Yo he pensao mucho sobre esto. A los de abajo no nos quea otro recurso que rabiar trabajando pa otros o seguir la única carrera que da dinero y nombre: matá. Yo no servía pa matá toros. Mi pueblo es de la sierra y no tiene reses bravas. Aemás, soy pesao y poco habilioso... Por eso maté personas.