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Actualizado: 29 de octubre de 2025


La perspectiva de recibir buscando medio seguro una carta suya, le infundió ánimo, y arrojando el periódico sobre el velador de la trastienda, dijo a su mujer: ¡Tranquilízate! Esa infeliz no está en Madrid... Ahora mismo me largo a respirar un rato a gusto, lejos de ti... ¡fiera! Y sin esperar respuesta, se calzó y salió.

También consultaba á éstos para saber si sería feliz, y sobre todo si la amarían mucho, aunque sin decir nunca quién debía amarla. Otras veces preguntaba al trípode, con una ansiedad de celosa, lo que estaría haciendo á aquellas horas un personaje incógnito cuyo nombre no se atrevía á pronunciar, pero que unos meses era moreno y otros meses rubio. Ella y el velador se entendían.

Apoyó el brazo sobre el velador, dejando caer en la mano su adorable cabeza, y después de meditar un momento preguntó a Pedro, cubiertas de rubor las mejillas, si le causaría invencible sonrojo aceptar una no abrumadora ocupación que pudiera añadir a sus medios serios recursos.

Como el velar el sueño del ser amado no es ocupación que empleo a las manos, Bonis, arrimado al velador de incrustaciones de no sabía él qué pasta, que imitaban una escena veneciana azul y rosa con manchas de café y huellas de nitrato de plata, dibujaba con pluma de ave sobre un pedazo de papel de barbas.

En el pilar de la cama, del lado del velador, está una medalla de bronce, de una fiesta que hubo, con las cintas francesas: en su gran moña de los tres colores está adornando la sala el medallón, con el retrato de un francés muy hermoso, que vino de Francia a pelear porque los hombres fueran libres, y otro retrato del que inventó el pararrayos, con la cara de abuelo que tenla cuando pasó el mar para pedir a los reyes de Europa que lo ayudaran a hacer libre su tierra: ésa es la sala, y el gran juego de Piedad.

Los saludos de fórmula se pronunciaron maquinalmente de una parte y de otra; y D. Luis, invitado a ello, tomó asiento en una butaca, sin dejar el sombrero ni el bastón, y a no corta distancia de Pepita. Pepita estaba sentada en el sofá. El velador se veía al lado de ella, con libros y con la palmatoria, cuya luz iluminaba su rostro. Una lámpara ardía además sobre el bufete.

Conforme los sacaba los iba poniendo sobre el velador y miraba el rotulillo que de su puño y letra estaba escrito en cada uno. ¿Qué es eso? preguntó Navarro picado de curiosidad, sospechando que su amigo había puesto tienda de comestibles o droguería. Esto es tierra de la ruta de San Ignacio en Manresa, reliquia que solicitan mucho las personas devotas.

Un velador modesto y viejo, que parecía haber subido solo de la habitación del portero, saltaba á todas horas, hablando por medio de sus patas, en el dormitorio de la princesa. Un día se decidió ésta á comunicar á su hijo el gran secreto de su existencia. Al fin sabía quién era; las revelaciones de los espíritus le permitían conocer su verdadera personalidad.

Temblando fué hasta el velador y cogió el revólver, pero recordó su nueva promesa, y durante un rato permaneció inmóvil, limpiando obstinadamente con la uña una mancha del tambor. #Otoño# Una tarde, en Buenos Aires, acababa Nébel de subir al tramway, cuando el coche se detuvo un momento más del conveniente, y aquél, que leía, volvió al fin la cabeza. Una mujer con lento y difícil paso avanzaba.

Una criada, de hábito negro también, entró con una lámpara antigua de bronce, que dejó sobre un velador después de decir con voz de monja acatarrada: «¡Buenas nochessin levantar los ojos de la alfombra de fieltro, a cuadros verdes y grises. Volvieron a quedar solos Ana y su confesor.

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