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Actualizado: 29 de julio de 2025
Temía que dijese algo terrible al repetir las murmuraciones de la otra dama, con su alegría rencorosa de misógino. El, por sus relaciones con Valeria, se consideraba unido á la duquesa y no podía tolerar nada contra ella. Se separaron después de algunos minutos de palabrería indiferente. Pero el pianista se arrepintió al instante, viendo la mirada iracunda que le dirigía Lubimoff.
Moreno comenzó a murmurar cosas extrañas, tan agitado y descompuesto que verdaderamente inspiraba lástima. Sus mejillas parecían de escarlata. Mario temió que le fuese a dar un ataque. Al fin vino a sacarle de aquel purgatorio su hermana Valeria llamándole para que fuese a arreglar un bastidor del teatro que se había caído.
Toledo había vuelto, y el príncipe, que deseaba agradar á Novoa, le habló de las exploraciones oceanográficas, mostrando una viva curiosidad por ellas, mientras su pensamiento estaba lejos. Pero este halago resultó inútil. El profesor vacilaba al responder á las preguntas. Tenía prisa; le esperaban... Sin duda, Valeria necesitaba conocer pronto el resultado de su mensaje.
Gentes menos maliciosas afirmaban que, dada la belleza de la colegiala, lo que el tutor procuraba era recogerla lo más tarde posible, sabiendo que no hay nada tan difícil de guardar, dirigir y encarrilar, como una mujer rica y bonita. La segunda educanda tenía un año menos que Susana y se llamaba Valeria. Su origen era un misterio que pudiera servir de base a una novela.
Valeria se propuso aprovechar las cualidades de ambos, y entre tanto, poseída por su idea fija, procuró ver poco a los niños; lentamente fue desentendiéndose de ellos; casi no les miraba, mostrando una fuerza de voluntad increíble.
Y al día siguiente Valeria le cortaba el paso con el aspecto confuso del que dice una mentira. «La duquesa no puede recibirle; la duquesa desea estar sola.» Esta negativa inexplicable se había ido repitiendo en los días sucesivos, cada vez con mayor sequedad. Ahora era el jardinero el único que salía al sonar el timbre, hablándole á través de la verja.
Movida por estas consideraciones, que se discutieron entre las de más autoridad y consejo, la priora, abadesa, o lo que fuese, mandó llamar a Valeria, y suavemente, con gran dulzura, le dijo que la situación era insostenible; que habían consultado con el señor obispo; que éste no resolvía sus dudas; que la responsabilidad del convento era tremenda; que allí había un misterio indescifrable; que no podían continuar así, y otras muchas cosas, todas las cuales venían a compendiarse en estas horribles frases: «Hija mía, lo sentimos mucho... Profesar no puedes por carecer de dote; seguir aquí tampoco, por falta de otros requisitos... Nosotras todas te encomendaremos al Señor en nuestras oraciones, pero en el colegio es imposible que sigas.
La señorita Valeria ha heredado Villa-Rosa y varios centenares de miles de francos: todo lo que ganó ella una noche en el Sporting. En cuanto á Su Alteza... Le interrumpe el príncipe con un ademán.
Ni aun la belleza podía mover discordia entre ellas, porque sus atractivos ofrecían caracteres opuestos. Susana era grande, blanca, gruesa, rubia y a pesar de su edad y su doncellez tenia aspecto de Venus flamenca, perezosa y carnal. Valeria era pequeña, morenilla, delgada, pelinegra, tipo de mística española, poca materia y mucho espíritu; un fraile de Zurbarán hecho hembra.
Doña Clorinda dejó caer otra inmediatamente, con acompañamiento de una puñalada de sus ojos, y se alejó, altiva y desdeñosa, mientras Valeria miraba al techo con desesperación. Volvió á huir Miguel. Le daba miedo la cara de Alicia, la agresividad nerviosa de su voz, que no había oído, pero que se dejaba adivinar en el estremecimiento de sus labios.
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