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¡Mañana!... Podía venir mañana á las tres de la tarde.... A las tres, no; mejor á las cuatro. Valeria habría salido á esta hora seguramente. Ella enviaría á su doncella á Niza para unas compras; el jardinero y su mujer estarían ocupados fuera de la casa. Pero ¡por Dios! prudente.... Si puedes evitar que te vean los vecinos, mucho mejor.

Quien primero descubrió el juego fue Valeria: comunicó a Susana la sospecha y trataron ambas de ponerse a la defensiva; mas por desgracia era tarde para evitar gran parte de los males que temían.

Te pondrás buena y seremos felices..., es decir, viviremos para los niños, porque felices ya no podemos ser...; pero si te murieras, que no te morirás, por el recuerdo de todo el bien que me has hecho, te juro que tu hijo..., vamos, como si fuera mío. ¡Pobre Valeria! ¿Qué será de ti con dos criaturas?... Esto va muy aprisa. Escucha.

Susana hallaba en ella un corazón amigo, que aun contrariándola, mostraba comprenderla, distante por igual de la adulación y de la envidia; porque en la humildad de Valeria no había sombra de bajeza. Ni ella la hubiera tolerado, pues era tan altiva a lo grande e incapaz de pretender que le atribuyesen cualidades que le faltaban, como celosa de que se reconocieran las que estaba segura de tener.

Viviremos juntos, y... Cristo con todosClaro está que Valeria, deshecha en lágrimas de gratitud, aceptó aquella nueva demostración de cariño, aunque en el fondo de su alma, y con aprobación de su futuro marido, estuviese resuelta a no aceptar favores que, por excesivos, redundaran en perjuicio de su amiga.

Le inquietaba un poco la humildad de su situación. ¿Qué diría Valeria, cuando fuese su esposa, al enterarse de lo poco que ganaba como sabio?... Pero inmediatamente ponía su esperanza en el juego, aquella fortuna no sospechada que se le ofrecía ahora diariamente. Que siga esto unos cuantos meses afirmaba ante el coronel , y habré reunido un capitalito antes de terminar el período de mis estudios.

Novoa hizo una leve alusión á la belicosa «Generala», que pretendía marcharse á París, como si su presencia pudiese influir en la guerra. Castro vió en esto un reflejo de la enemistad de la duquesa. Indudablemente, Valeria se había reído con él de los entusiasmos de doña Clorinda.

Valeria, descalza, para no ser sentida, fue hasta la puerta del cuarto donde estaban, y pegando la oreja al ojo de la llave escuchó todo lo que hablaron. ¿Has oído a madre? dijo Juan. repuso Pedro. ¿Y qué dices? Que no me voy. Ni yo tampoco. ¿Por qué? Porque no me separo de ella... ni de ti. Lo mismo digo. Pues ella dispone que se vaya uno. Ya le haremos ceder. ¿Y si no cede?

Ya sabes con lo que cuentas. Lo principal es que no teniendo nada mi hijo... no habrá quien piense hacerse cargo de él. Valeria quiso resistir por animarla, pero ante la energía con que expresaba el deseo, cedió. Vino el notario: Susana hizo una declaración reconociendo que cuanto había en la casa era de Valeria, y que en pago de una deuda que confesaba, le daba la finca de Rivaria.

Clorinda la acompañó en el coche hasta su casa, dándole consejos prudentes: «Retírate, guarda el dinero. Es imposible ir más alláValeria, en el curso de la noche, repitió lo mismo: «No debía ofender á Dios insistiendoAlicia se negó á oirlas. Su inspiración no se había agotado. Aún le quedaban grandes cosas que hacer, y cuando llegase el momento de retirarse, lo vería antes que los demás.