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Actualizado: 18 de julio de 2025


Pablito era hombre para hacer estos y otros mayores milagros. Mientras seguía o aparentaba seguir sus amoríos con Nieves, ya «le estaba poniendo los puntos» a Valentina. Pero ésta se resistió mucho más que aquélla.

¡Ah! pero entonces el terrible sueño que me oprimía como una piedra, se deshizo como un vapor sutil y desperté... ¡Oh! ¡qué íntima, qué inmensa alegría inundó mi ser, cuando pensé que Valentina era libre! Mi vida no cambió mucho por cierto con el casamiento de mi tío Ramón.

¿Cumplirás la palabra? preguntó la cruel costurera mirándole airadamente. Pierde cuidado. Cuenta conmigo si no la cumples. ¡Alza! De este modo apacible y tierno, trataba Valentina al tenorio de Sarrió.

Ramona vió de pronto con horror un rostro pálido donde brillaban dos ojos airados de loco. Pablito escuchó detrás una voz estridente que gritaba: ¡Toma, bribón! Y al mismo tiempo sintió un fuerte topetazo en la espalda. Volvióse rápidamente. Vió el semblante desencajado, fatídico, de Valentina, la cual blandía en la mano derecha un arma. El joven comprendió que estaba herido de muerte.

Valentina, entonces hablaban de ti dijo Nieves ruborizada tocando en el muslo a su compañera. ¡Qué gracia! No te apures, mujer. ¡Si ya sabemos que eres la más guapa! dijo la otra visiblemente picada. ¡Paz, paz, señoras! exclamó Gonzalo.

Emparentado con familias de alta posición política, don Camilo era por aquellas épocas un programa luminoso para una muchacha de dieciséis años como Valentina, y el buen señor, persuadido de su valimiento, no se daba mucha pena en ofrecerse, porque sabía que la ley de la demanda regía en su favor y que él podía elegir como en peras entre las más lindas muchachas de la época.

¿Qué es lo que hay para todas, don Pablo? preguntó Valentina con tonillo irónico. Flores, criatura.

Yo sentí oprimírseme el corazón, y cuando llegué a la calle, dos lágrimas, que me parecieron de sangre, brotaron de mis ojos y me corrieron por el rostro. Pocos meses después abandonaba el colegio donde había pasado años tan tristes. Martín, que ya había salido también, estaba con su familia en el campo y no pude por consiguiente despedirme de Valentina.

Ella había salido al encuentro de mi camino, en el que sólo había encontrado hasta entonces seres indiferentes. Yo no cómo amé a Valentina; pero cuando la veía, cuando ella me hablaba, la sangre no corría por mis venas, enmudecía y me abstraía en la muda contemplación de aquella criatura.

Ese hombre profirió Pablito sordamente debe de ser un novio que tenía Valentina hace algún tiempo... ¿Qué trataría de hacer? Pues si era el novio, como no fuese para darte una puñalada, no a qué había de subir. Pablito echó el brazo por encima del hombro a su amigo, no para sostenerse, aunque las corvas un poco se le doblaban, sino para decirle con voz apagada: ¿Crees eso?

Palabra del Dia

buque

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