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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Algunos de suaves maneras, siempre bien vestidos y recién afeitados, se apegaban a Gallardo, acompañándole en sus paseos, con la esperanza de que los invitase a comer. A mí me va bien, maestro decía uno de buen rostro . Se torea poco, los tiempos están malos, pero tengo a mi padrino... el marqués: ya lo conose usté.
MERLÍN. ¡Á mí se me ha faltao! CLETO. ¡Yo quiero lo que es mío! DON SILVESTRE. Por eso te vas á llevar un par de guantadas. CLETO. ¿Lo oye usté, señor alcalde? Visto, que el único testigo que presenta del caso sabe tanto como el Cleto Rejones.... MERLÍN. Pido la palabra. ALCALDE. ¡Silencio!
393 Y siguiendo el fiel del rumbo se entraron en el desierto, no sé si los habrán muerto en alguna correría, pero espero que algún día sabré de ellos algo cierto. 394 Y ya con estas noticias mi relación acabé; por ser ciertas las conté, todas la desgracias dichas: es un telar de desdichas cada gaucho que usté ve.
ALCALDE. ¡Orden!..., ¡que lo mando yo! MERLÍN. Señor alcalde, yo soy capaz de eso y de mucho más, porque cuando al hombre le asiste la justicia.... ALCALDE. ¿Jura usté? ¡Sí ó no! MERLÍN. Primeramente, como hombre bueno que soy de Cleto Rejones, propongo que se arreglen las dos partes. Á mí no me gusta hacer daño á naide cuando la cosa se puede rematar amistosamente.
¡Vaya una barbaridad! ¿Y ustedes entre sí, se llaman por esos nombres? ¡Quiá!... Pero lo sabemos; y como no la deshonran á una.... Es claro.... Pero volvamos á la rubia. Parece que la tiene usté entre las cejas. Como me ha dicho usted que iban hablando de mí.... ¿Yo he dicho eso? Por lo menos una cosa muy parecida.
Fingí tomar en serio y como dura lección estas palabras y sólo repliqué a ellas para disculpar mi atrevimiento... Entonces soltó la picaruela otra risotada, y me dijo en un tono que revelaba el mayor deseo de desenfadarme, si por ventura me había enfadado yo de veras: Pues ahora que con el susto le castigué la picardía, porque picardía es, y de las grandes, el sonsacar a una mujer los pensamientos que nunca tuvo... Pero ¡tochona de mí! exclamó de pronto cruzando las manos y compungiendo la carita . ¿Pues no me estoy jaraneando, como una boba, lo mismo que si no hubiera por qué llorar sin descanso en esta casa? ¿Qué dirá usté de mí, señor don Marcelo? ¡Vaya, vaya, que otra simple como yo!
Dios quiso que no nos separáramos cosa mayor en aquel tiempo, que fué mucho menos del que yo empleo en contarlo; porque la sola vista de otro ser humano le anima á uno á bregar en tales casos. ¡No sabe usté la agonía que se pasaba en el instante en que al salir á flote se veía uno solo!
Aprovechando la ocasión en que los demás hablaban entre sí, me dijo en voz baja: Don Seferino, si alguna vez le hase farta un hombre..., ya sabe usté..., ¡un hombre!..., cuente usté conmigo. Aunque había cierta vaguedad en él, acaso por esto mismo me hizo profunda impresión el ofrecimiento. Eso de necesitar un hombre ¡era tan enérgico! Dormí aquella noche bastante agitado.
Hasta ahora no me compromete; quiere decirse que el día en que esto vaya á suceder, ya será distinto. ¡Ya! Y eso que nosotras nos hemos propuesto no hacer caso de ningún aristecrata; pero vienen los bailes, y, como usté sabe, van á ellos...; porque lo que es en este particular, en nuestros bailes están todos los hombres que van á los de las señoras..., y muchos más.
Digo que son las diez, y que si se cena hoy.... No se cena hasta que no venga don Pedrito. Pero es que don Pedrito no cena hoy en casa. ¿Quién se lo ha dicho a usted? Mira qué caracho, él mismo; y ainda mais le dejó a usté una carta. ¿Una carta? ¿Dónde está esa carta? Delante de sus mesmas narices, en la mesa y sobre su plato. Apolonio leyó la carta. Decía: «Padre, perdón. No he nacido para cura.
Palabra del Dia
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