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Actualizado: 4 de junio de 2025
Doliose extremadamente del percance, y me aconsejó que, por sí o por no, cascase las liendres al malagueño. Mas, contra lo que esperaba, el relato de mis desgracias no logró mermar aquel tesoro de buen humor que guardaba. Siguió riendo y jaraneando lo mismo que si acabase de notificarle mil felicidades; lo cual no dejó de mortificarme un poco.
Manuel Antonio se mostró jovial y decidor, trató de alegrarla cuanto pudo, atrayendo de nuevo la sangre a aquel corazón ulcerado para que la puñalada fuese más dolorosa. Pidió chocolate, lo tomaron jaraneando lindamente: Amalia llegó a olvidarse de sus preocupaciones. Y cuándo más olvidada estaba ¡zas! la bomba.
Fingí tomar en serio y como dura lección estas palabras y sólo repliqué a ellas para disculpar mi atrevimiento... Entonces soltó la picaruela otra risotada, y me dijo en un tono que revelaba el mayor deseo de desenfadarme, si por ventura me había enfadado yo de veras: Pues ahora que con el susto le castigué la picardía, porque picardía es, y de las grandes, el sonsacar a una mujer los pensamientos que nunca tuvo... Pero ¡tochona de mí! exclamó de pronto cruzando las manos y compungiendo la carita . ¿Pues no me estoy jaraneando, como una boba, lo mismo que si no hubiera por qué llorar sin descanso en esta casa? ¿Qué dirá usté de mí, señor don Marcelo? ¡Vaya, vaya, que otra simple como yo!
Velázquez, luego que sació su cólera y orgullo con las afrentosas palabras que se ha dicho, siguió departiendo y jaraneando con sus amigos, como si nada hubiera pasado. Sin embargo, no tardó en sentir una vaga inquietud, algo que podía ser remordimiento y podía ser también temor de las fatales consecuencias que la desesperación de su amante pudiera acarrear. Una mujer despechada es capaz de todo.
Palabra del Dia
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