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Actualizado: 8 de junio de 2025
Si después de hacer esta vida durante seis meses o un año persiste en meterse monja, déjala que vaya bendita de Dios. Mientras tanto, a nadie convencerás de que no se ejerce presión sobre ella. ¡Uf! exclamó Isabel, después de repetir estas palabras de su padre. La tía se puso de veinticinco colores. Creí que le iba a dar un desmayo.
Después de haber estrechado con afectada cordialidad la mano de cuantos estaban en el salón, enjugó su seria y perpleja cara con un pañuelo rojo de seda menos oscuro que su tez, apoyó su robusta mano sobre la mesa, y se dirigió al jurado con suma gravedad, diciendo: Pasaba por aquí, y se me ocurrió entrar a ver cómo seguía el asunto de ese Tennessee, mi socio y compañero. ¡Uf, que noche más sofocante!
Por otra parte el hecho no me molesta lo más mínimo. Tragomer se detuvo en el segundo al oir en el piso de arriba violentos gritos. Oigo chillar, como dice la señora del perol; señal de que nos aproximamos. Subieron otro tramo empinado como una escala. ¡Uf! exclamó Marenval. Este es un tercero que vale por dos. Déjeme usted tomar aliento, Tragomer; usted trepa como una ardilla...
Hay que volver a empezar se decía ; y para esto, mejor era haberlo hecho del primer tirón, porque la brisa arrecia y la trapisonda crece... El carel... ¡por vida de la arfada!... De ésta, va a ser el pozo un baño de pies... Más caña... ¡Uf!... ¡qué sensible y qué retozón está hoy el condenado! En cuanto se le tocan las cosquillas, ya no le cabe en la mar... Una tabla... y un garrancho.
Juan recuerda el miedo que sintió creyendo haber hablado demasiado. Señores dijo el alcalde dirigiéndose a los miembros de la comisión, hemos concluido; pueden ustedes retirarse. Voy a ocuparme de este niño. Y cuando se quedó solo con Juan, continuó sus interrogaciones. ¿Te gusta trabajar de carpintero? ¡Uf! ¿si me gusta?... el patrón es muy duro, cuando se emborracha pega fuerte.
Ya sé cuál es el quehacer del conde... Una juerga me dijo Pepita por lo bajo. ¿Cree usted?... ¡Uf! Como si lo viera. Las señoras en coche y los hombres a pie, nos trasladamos todos al muelle, donde nos esperaba una espaciosa falúa entoldada, con cuatro remeros sentados a la proa. El calor en aquel sitio era estupendo. El reflejo de las piedras abrasaba el rostro.
Y el gigante comía y comía, y Meñique no se quedaba atrás, sólo que no echaba en la boca las coles, y las zanahorias, y los nabos, y los pedazos del buey, sino en el gran saco de cuero. ¡Uf! ¡ya no puedo comer más! dijo el gigante; tengo que sacarme un botón del chaleco. Pues mírame a mí, gigante infeliz dijo Meñique, y se echó una col entera en el saco.
Ella, sin aguardar contestación, se alejó diciendo: ¡Uf! ¡Cómo apesta usted a vino! Venga usted acá. ¿Para que me siga usted dando el rato? contestó desde lejos. No, para presentarle a usted este señor.
El chico salió corriendo y volvió triunfante con una ratonera, donde estaba presa una lauchita... Mirela, niña, qué preciosa... ¡Uf, da asco! ¿Qué vas a hacer con eso? Mi mama la va a matar... Yo quería que V. la viera antes. ¡No, que no la mate! ¡Suéltala, suéltala, pobre lauchita!... ¡Si te reprenden, di que yo te lo he mandado, Ramón!...
Está usted equivocado. Sé que le aprecia mucho... Cuando se habla de usted.... ¡uf! le pone por las nubes... ¡Sí, para tenerme más lejos aún! repuso con sonrisa melancólica. Paca insistió.
Palabra del Dia
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