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Actualizado: 16 de julio de 2025
Mire V., a mí no me gusta el uniforme; soy un hombre muy especial. Los primeros días, me lo ponía con entusiasmo; pero ahora ya me apesta... Además, como uno tiene que saludar a todos los oficiales, ¡y hay tantos en Madrid!...
Aquella Monina, bellísima criatura de cuatro años, ídolo de su corazón por un fenómeno semejante al que hace a los grandes perrazos encariñarse con los niños, que le tiraba de las patillas y le hacía andar a cuatro pies, guiándole ella por una oreja, había rechazado un día un beso de sus aguardentosos labios, diciéndole con infantil repugnancia: ¡No..., que apesta!...
Que doña Clara se haya enamorado de nuestro hombre, pase, porque yo que no peco por los amores barbados, estóilo de él; que doña Clara se haya valido de mí como de un anzuelo para pescar á su enamorado, cosa es que no espanta á nadie, porque las mujeres se agarran á todo... que se encierre con él... cosa es que de común apesta... pero que me digan: acompáñele vuesa merced; y acompañado que ha sido: vaya vuesa merced á ver al rey, que le espera, á las tres de la mañana, cuando nuestro señor, que Dios guarde, es más dado á dormir que un gusano de seda, dígome que no me entiendo, dóime capote y sigo y prosigo hacia el cuarto de su majestad.
Fernando fué a la zapatería, cogió un fuelle grande y lo rellenó de esa casca que queda después de curtidos los pellejos y que huele que apesta; luego hizo un agujero en el tabique de la trastienda y esperó la ocasión oportuna. Por la tarde llegó la chica, é Ichtaber dijo a su aprendiz: Oye, Fernando, vete a la trastienda un momento a arreglar esas hormas que hay en la caja.
Y en alta voz: «Dime, ¿por qué no te has puesto la bata de seda, como te he mandado?». ¡Qué cosas tienes!... No la quiero estropear. Eso es... dijo el otro riendo sin delicadeza , guárdala para los días de fiesta. Así me gusta a mí la gente, arregladita... Y cuando yo vengo aquí te pones la batita de lana, que unos días apesta a canela y otros a petróleo...
Si te traigo de la romería rosquillas no las quieres; si te doy un puñado de avellanas las tomas por compromiso, cascas una entre los dientes y das las otras á las amigas... En fin, que mi persona te apesta y mis palabras te cansan, más que el chillar de un carro... Si quieres que no venga más por aquí dílo de una vez y no volveré.
Ella, sin aguardar contestación, se alejó diciendo: ¡Uf! ¡Cómo apesta usted a vino! Venga usted acá. ¿Para que me siga usted dando el rato? contestó desde lejos. No, para presentarle a usted este señor.
Difícil era borrar la grata impresión y el éxito del perfume. La ferretera, algo corrida, tenía que guardar los trebejos, después de oír comentarios verdaderamente injustos. La de la droguería hacía muchos ascos, diciendo: «¡Uy, cómo apesta eso, hija, guarda, guarda esas ordinarieces!».
¡Cuánto viejo fatuo, teñido de pies a cabeza, prendido como un paje, que apesta a menta desde lejos y que instala sus pretensiones intolerables ante cualquier mujer bonita, para que el mundo le cuaje el sabroso renombre de afortunado! ¡Cuánto muchacho alegre y filósofo, pollos de la aldea, que conocen la aldea y que toman la partida con el buen humor de los descreídos!
Toda mi casta dijo la más seria y conceptuosa viene de reyes; y en mi casa las camas son de oro y las ropas de seda de la India; y si mi papá gana el pleito que le defiende el papá de ésta, ensanchará la huerta en más de otro tanto...; y como soy tan fina por principios, cuando me apesta una niña ordinaria, se lo digo, y al sol.
Palabra del Dia
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