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Actualizado: 8 de julio de 2025


Quedó suspensa un instante y dijo sonriendo: ¡Sabes que esto es muy prosaico! ¡Quemar mis cartas de amor en un fogón! ¡Uf!... Me parece que debemos concluir con ellas de un modo más poético.... ¿Quieres que nos vayamos a quemarlas al campo?... De este modo daremos juntos un último paseo; nos despediremos dignamente. Como gustes articuló el joven en voz apenas perceptible.

No; me haría mal; ¡uf!... estoy muy agitado... qué calor tan espantoso... ¡Si creía que no llegábamos nunca! Siéntate aquí, mientras te traen el almuerzo. ¡Apúrese, José! Y cuenta, ¿qué ha pasado?...

Levanté los ojos hacia ella, sorprendido. , señor, quince minutos. Ninguno puede estar junto a una niña más de ese tiempo, y yo soy la encargada de hacer cumplir la orden... ¡Uf! Si alzase la mano, esta casa se convertiría muy pronto en una gorrería.

¡, hombre, ; váyase usted tranquilo! No se habían pasado diez minutos desde que el mancebo y su gran cartílago se alejaron, cuando apareció, por la boca del puente, Paca. En la primera mirada que me dirigió comprendí que todo se había perdido. No ha querido contestar, ¿verdad? le pregunté sin saludarla, esforzándome por sonreír. ¡Uf! ¡Cómo esta con uté, señorito!

Esta es la pierna de un ladrón descuartizado en Dunán y que por orden del justiciero mayor llevo á Milton para clavarla allí en un poste donde todos la vean y sirva de escarmiento. ¡Peste! exclamó el barón. Hacéos á un lado con vuestra carga. Seguidme al trote, escuderos, y dejemos atrás cuanto antes á este ayudante del verdugo. ¡Uf!

¿Y por qué no han de ser? preguntó el médico herido por aquel tono. Porque no. ¡Valiente razón! Si no te convence, estudia, que yo no estoy aquí para hacer obras de misericordia. ¡Uf! ¡El sabio de la Grecia! ¡Apartarse a un lado, señores! No soy un sabio, pero no digo que estos animales son cocodrilos, cuando en el río Marañón no se crían cocodrilos. ¿Qué son entonces? Caimanes. ¡Llámalo hache!

Doña Anuncia y doña Águeda habían quedado en el estrado, casi a obscuras, suspirando, rodeadas de algunos amigos y amigas, quizá los mismos que les dieran en otra ocasión aquel pésame por la muerte civil de don Carlos. Y ella va contenta decía el barón. ¡Uf! Ya lo creo. La juventud es ingrata... Señores, que va a arrancar, desapartarse gritó el zagal de la diligencia. Y partió el coche.

Palabra del Dia

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