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Fuera de los tres o cuatro amigos que le ayudaron a persuadir a D. Santos, a nadie dio parte de la intriga; pero el domingo por la tarde, víspera del acontecimiento, lo mismo Manuel Antonio que él, lo fueron pregonando por todos los grupos y citándose para el día siguiente en el café de Marañón.

En cuanto se paraba en la calle de Altavilla o entraba en el café de Marañón, ya estaba rodeado de una partida de guasones. ¡Cristo, las frases que allí se oían! Y como villanos que eran, a menudo del juego de palabras pasaban al de manos. Esto era lo que en modo alguno podía sufrir Manuel Antonio. Que hablasen lo que quisieran.

Muchas horas después, en las últimas de la noche, sentado a una mesa del café de Marañón y rodeado de ocho o diez de sus colegas, el teniente de la tercera narraba con sonrisa malévola el vencimiento de la ninfa, calculando lo menos en veinticinco o treinta los besos que logró robarle en distintos sitios de su rostro hechicero; y todos los hijos de Marte aplaudían y celebraban con homéricas carcajadas aquel nuevo triunfo de su heroico compañero.

En largo rato no hallaron palabras que decirse. En los días siguientes, el conde comenzó a dar repetidos paseos por la calle de Altavilla y a pasar largos ratos en el café de Marañón. La sociedad laciense se sintió conmovida hasta sus cimientos ante tamaño acontecimiento. Desde entonces más de trescientos pares de ojos le espiaron sin cesar.

En 1742, los aventureros portugueses de San-Pablo, que ocupaban la provincia de Mato-Groso, hicieron su primera espedicion bajando el rio Iténes ó Guaporé. Entónces, fué cuando Manuel de Lima, acompañado de cinco indios, tres mulatos y un negro, bajó en una canoa por los rios Guaporé, Mamoré, Madeira y Marañon hasta el pueblo de Para .

Y de la misma, por la parte del norte, bajan al Marañon los rios Topayós, Xingu, el rio de Dos Bocas, el Tocantins y otros. Por la parte del sur de Cuyabá se estienden por muchas leguas los anegadizos de Xarayes: de suerte que por esta parte no se puede entrar á la ciudad sino por el rio. Ni es posible que pueda pasar de otro modo gente de á pié, ni de á caballo.

Por el lado de Levante tiene aquella parte del Chaco, que va á hacer punta en el Tucumán; por el Poniente el Marañón, ó por mejor decir, á Santa Cruz de la Sierra, con quien más se afronta; por el Mediodía la provincia de las Charcas, y por la Tramontana mira de lejos á la provincia de los Itatines.

Las hazañas de los Pizarros, en tres partes, nos ofrecen un cuadro de brillantes colores, y por lo general, lleno de vida, de los hechos casi fabulosos de los primeros conquistadores de América; y aunque notemos ciertas exageraciones é imágenes poco correctas, á nuestro juicio, hay que convenir en que son semejantes por su naturaleza á aquellas narraciones maravillosas, que al hablar de los portentos del Nuevo Mundo encontraron en todos crédito; cuentos y patrañas que se sostuvieron mucho tiempo en el público antes que se dudara de su veracidad, como, por ejemplo, la narración de Orellana, la cual se incluye también en este drama, de haber encontrado una república de amazonas á las orillas del Marañón.

En 8.º con 228 páginas, seguido de la Relación histórica de todas Misiones de los PP. Franciscanos en las Indias y proyecto para nuevas conversiones en las riberas del afamado río Marañón; Memorial dirigido al Rey Carlos III el 28 de Mayo de 1781 por Fr. Francisco Alvarez de Villanueva. Madrid, imprenta de Tomás Minuesa, 1893, 3 pesetas.

El Sereré pierde su nombre luego que se junta con el Guaporé: y este en la cercania de los Moxos corre con el nombre de gran rio Itenes: navegable desde la Villa Bella de Mattogroso hasta que se junta con el Mamoré, que va de sur á norte, y ambos juntos forman el rio de la Madera, navegable hasta el Marañon, aunque con el trabajo de algunos saltos, que los portugueses pasan facilmente, sacando á tierra las embarcaciones, y llevandolas algun trecho sobre trozos redondos de madera.