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Actualizado: 7 de junio de 2025
Me llaman la tumba de los secretos pensaba, adivinando todas las maldiciones que sobre él caerían , pero la justicia tiene derecho a abrir las tumbas. Don Diego dudaba aún; le hizo leer la última carta que había recibido de la señora Chermidy. El conde se estremeció de horror viendo allí una provocación al asesinato con una recompensa de quinientos mil francos.
El puma se había ido aproximando con un gruñido hipócrita, como si esperase verle de espaldas para caer sobre él. Rosalindo se inclinó, enviándole otro peñascazo que le hizo huir por segunda vez de aquella tumba que consideraba como su guarida. Continuó el gaucho su marcha. Al día siguiente vió unos guanacos salvajes que corrían por el límite del horizonte.
La palmera se aclimataba como algo indígena. Se han invertido enormes fortunas; se han arruinado tres generaciones y enriquecido otras tantas. ¡Pensar lo que era esto hace un siglo!... ¡Ver lo que es ahora!... Habló el coronel de la tumba de una inglesa completamente abandonada en la punta extrema del Cap-Ferrat.
Después pusieron a Catalina, Luisa y los demás sitiados en los schlittes y los bajaron a la aldea. Pintar el entusiasmo y el enternecimiento de sus amigos cuando los vieron llegar, más delgados que Lázaro al salir de la tumba, es algo imposible.
Pero, desde el fatídico día, aquella salud y enorme fuerza parecieron declinar visiblemente, y entrada ya la estación de las lluvias, cuando las hojillas de hierba comenzaron a asomar por entre el pedregoso montículo que cubría la tumba de Tennessee, se dejó vencer por la enfermedad. Metiose en cama.
No, ¡santa Virgen! porque se dice en voz baja, en el claustro, que esta tumba es la de Pepa; de Pepa, que un día se atrevió a huir de este santo retiro, pero fue alcanzada en el camino de Sevilla, su amante fue muerto al querer defenderla, y ella... ¡Y bien! ¿y ella, querido ángel? ¡Oh! ella fue llevada al convento, y murió en medio de los mayores tormentos.
Si muero, estoy seguro de que ejecutará escrupulosamente mis voluntades, ya para publicar lo que le parezca digno de ello, ya para quemar lo que no deba ser leído. Al decir esto miraba a Luciana, que le había preguntado; pero ella parecía pensar en otra cosa y seguía indiferente y pensativa. Mi padre dijo, aprobando a Lautrec: Máximo es la lealtad misma, y además, discreto como una tumba.
Luego, volviéndose a mí, añadió: Ha sido mucha bondad en usted, Gilberto, venir expresamente a despedirse y alargó su delgada mano fría, buscó la mía y la estrechó fuertemente, mientras sus ojos se clavaban en mí con esa extraña mirada fija que sólo aparece en los ojos de un hombre cuando se encuentra al borde de la tumba. Es el deber de un amigo, Burton respondí con profunda solemnidad.
Y en el otro cuadro, la pobre amante ya estaba de rodillas sobre la tumba y alzaba la cara mirando al cielo con sus grandes ojos claros, que por el exceso de la pena casi no tenían expresión.
Ninguna noche se acuesta sin despedirse de Magdalena; cuando se levanta va a darle los buenos días y en el resto del día siempre lleva en la mano una rosa blanca cortada de los rosales de su tumba y que al retirarse a descansar conserva hasta la mañana siguiente en un jarro de Bohemia que Magdalena tenía siempre en su cuarto.
Palabra del Dia
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