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Actualizado: 23 de julio de 2025
La única persona que no participaba ni poco ni mucho de este respeto era Papitos, que cada día le trataba con familiaridad más chocarrera. «Feo, cara de pito, memo en polvo decíale sacando un trozo de lengua tal que casi parecía inverosímil . Valiente mico está vusté... Verá cómo no le dejan casar... Sí, para vusté estaba.
Su tutor volvía repentinamente, interrumpiendo un viaje importante, diferido hacía dos años y volvía al saber que él había sido cuidado en casa de la señorita Guichard á quien no conocía y de la que nunca había oído hablar. ¿Qué significaba esto? ¿De qué se trataba? ¿Acaso la señorita Guichard era una persona poco recomendable?
¡Hijita!... Me habías asustado. Creí que se trataba de alguna desgracia. ¿Y le parece a usted poca desgracia? dijo llorando y riendo a un tiempo, momento de transición en que mi protegida se torna verdaderamente divina. No creo que la declaración de un rey, ¡de un rey nada menos! sea causa de aflicción. Ninguna mujer llora ante un matrimonio morganático. Sí, ríase usted...
La pobre niña no podía felicitarse mucho del resultado final de su diplomacia. De tiempo en tiempo trataba de lanzar al triunfante señor de Bevallan miradas llenas de desdén y de amenaza; pero en esa atmósfera tempestuosa que hubiera inquietado seguramente á un novicio, el señor de Bevallan respiraba, circulaba y revoloteaba con la más perfecta facilidad.
Trataba doña Lupe a su presunta sobrina con urbanidad; pero guardando las distancias.
En aquel momento trataba de identificar este ideal con la persona de Huberto; pero al mismo tiempo desconfiaba de él, deseaba que no se declarase, ante el temor de que una brusca desilusión no la hiciese caer en la realidad. Aspiraba con pasión a encontrar una alma simple, enérgica, y un vago presentimiento la hacía temer que no encontraría lo que buscaba en lo que Huberto iba a revelarle.
Paz, comprendiendo que no se trataba de una obra de caridad, y como no adivinase cuál era el objeto de la visita, repuso: Papá ha salido. No deseaba ver a su papá, sino a usted misma, señorita. Entonces, Vd. dirá. Ante todo, la ruego que tenga en cuenta que sólo por circunstancias verdaderamente graves me he tomado la libertad de venir a importunarla.
Fueron pronunciadas en un tonillo irónico que podía hacer creer que se trataba de una broma; pero los razonamientos eran tan verosímiles y lógicos, que destruían tal suposición. No obstante, haciendo un esfuerzo sobre mí mismo, solté la carcajada, exclamando: ¡Vaya unas calabazas bien fabricadas! Parecen talmente naturales.
Andrés, no muy libre de los vapores del vino, cansado y temblequeante, rodó por el suelo, levantando sobre el tillado trépido una nube de polvo. El golpe recio de la caída retumbó por la casa abajo como el eco sordo de un trueno. El hombrón, pataleando, con la boca llena de blasfemias y los puños crispados, trataba de levantarse, y Carmen medía, con mirada de loca, la altura de la ventana.
Pues entonces, ¿para qué querías esa víctima? Yo no quería... ni dejaba de querer... no se trataba aquí de lo que yo quería, sino de lo que era. El Conde estaba asiduo conmigo, y yo, lo confieso, me complacía en sus asiduidades. No le amaba; pero sentía una satisfacción de amor propio en creerme amada por él. Esto me ha perdido. Vamos, hermana, tranquilízate. Nadie se pierde por tan poco.
Palabra del Dia
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