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Actualizado: 4 de junio de 2025


El recibimiento correspondió al traje y aumentó la sorpresa y el disgusto del joven visitante. Rafaela le alargó, sin duda, cariñosamente la mano, si bien con cierta tibia y lánguida indiferencia. Y luego, como él se acercase mucho, ella le rechazó con suave dignidad y casi le obligó a que se sentase en una silla frente de ella.

¡Es el Pollo! exclamó al fin D. Pantaleón con respiración anhelante. ¡Quién puede dudarlo! repuso Moreno echando hacia atrás otra mirada de terror. Y mientras no se acercaron a las primeras casas, no cambiaron otra palabra. El pequeño pueblo de V..., contra lo que ellos imaginaban, estaba animadísimo. Los vecinos, en traje de día de fiesta, discurrían por las calles.

Porque Quilito, un Vargas, no podía andar vestido de cualquier manera, sino como correspondía a su origen, y a sus relaciones y a su porvenir. Que en la chimenea faltara leña y carne en el puchero; pero la camisa de Quilito, el sombrero de Quilito, las botas de Quilito y el traje de Quilito, habían de ser de la más irreprochable elegancia y novedad.

A todo esto, doña Juana y su hija Julieta, luciendo cada día un traje nuevo en paseos y espectáculos, no pasaban de ser, en espectáculos y paseos, dos señoras más, muy bien vestidas, lo cual halagaba poco la vanidad de la ex tabernera, que aspiraba a mayores triunfos.

A Carmencita le dió mucha lástima de aquel inconsolable dolor rodando por el rostro bendito. Tomó la imagen y la aseó; y a escondidas, con sobresaltos y recelos, le hizo una túnica piadosa con el traje blanco de triste membranza. El Niño estaba sobre un mundo dorado, encima de una peana rústica.

Y luego, al través de la habitación que hacían tan horrible estas visiones espectrales, se deslizó Ester Prynne, llevando de la mano á Perlita, en su traje color de escarlata, y señalando con el índice, primeramente la letra que brillaba en su seno, y luego el pecho del joven eclesiástico. Ninguna de estas visiones le engañó jamás por completo.

Decía que el gorro de dormir era una punta que atraía los atributos de la infidelidad conyugal. Pero aquella noche había tenido frío, y a falta de gorro de algodón o de hilo, se había cubierto con el que usaba de día, aquel gorro verde con larga borla de oro. Ana vio y oyó que en aquel traje grotesco Quintanar leía en voz alta, a la luz de un candelabro elástico clavado en la pared.

Baila, Fadrique, repitió D. Diego, bastante amostazado. Don Diego, cuyo traje de campo y camino, al uso de la tierra, estaba en muy buen estado, no se había puesto casaca como su hijo. D. Diego iba todo de estezado, con botas y espuelas, y en la mano llevaba el látigo con que castigaba al caballo y á los podencos de una jauría numerosa que tenía para cazar.

Se mandó hacer un traje igual de terciopelo negro muy ajustado al talle, con saya interior color de rosa recamada de plata. Este traje era muy a propósito para realzar la gallardía de su figura y la belleza majestuosa de su rostro.

Entre aquella cascada de flores y de diamantes, de encajes, brocatos y felpas primorosas que invadía el salón de Montifiori, la novia se presentaba con una elegancia llena de distinción, con su traje blanco con aplicaciones de terciopelo cincelado, y por único adorno, una onda desbordada de encajes de Inglaterra, que naciendo en el cuello, iba a perderse en su gran cola, después de haber perfumado el contorno con su mística y vaporosa blancura.

Palabra del Dia

consolándole

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