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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Se hace un ligero silencio, durante el cual se oye el ruido del abanico al chocar contra el imperdible del pecho. Y de pronto suena otra vez la voz de este señor del traje claro. Ya no es dulce la voz ni los gestos son blandos; ahora la palabra parece un rumor lejano que crece, se ensancha, estalla en una explosión formidable.
No, señor, para que saliera a bebérselo en la primera esquina. Nanita, me ofendes con eso replicó Agapo; hace mucho tiempo que no tomo... desde aquella promesa que te hice. En cuanto a mi traje, no encontrarás un uniforme más apropiado para estos tiempos de crisis; ya se verán obligados a vestirlo muchos de los ricachos a la minuta, que se zarandean por ahí. Además, no estoy tan mal como dices.
Tal vez a esta nueva costumbre de la vida vetustense debíase en parte el gran esmero que se echaba de ver de poco acá en el traje de muchos sacerdotes.
¿Conoces a aquel señorito que gasta su caudal en tiros y carruajes, que lo mismo baila una mazurca en un sarao con su pantalón colán y su clac, hoy en traje diplomático, mañana en polainas y con chambergo y al otro arrastrando sable, o en breve chupetín, calzón y faja? Cincuenta pesos gasta al día, cien logra de renta; ni un solo libro tiene, ni lo compra, ni lo quiere.
El hombre llevaba con desenvoltura un elegante traje de viaje y unos gemelos en bandolera. Ella, muy sencilla, iba empujando uno de esos encantadores cochecitos ingleses, obra maestra de la industria nacional de ese pueblo pesado y prosaico de ordinario, pero de un gusto tan delicado y refinado en todo lo que se refiere a la infancia.
Rodearon a Gallardo, siguiéndole en su marcha desde la presidencia a la puerta de salida. Le empujaban, queriendo todos estrechar su mano, tocar su traje, y al fin, los más vehementes, sin hacer caso de las manotadas del Nacional y los otros banderilleros, agarraron al maestro por las piernas y lo subieron en hombros, llevándolo así por el redondel y las galerías hasta las afueras de la plaza.
Casi por los mismos meses haría otros dos retratos del Rey y de su primera esposa, doña Isabel de Borbón, ambos de medio cuerpo, que están en el Museo Imperial de Viena. En Madrid tenemos al Rey retratado por entonces dos veces. Esta figura de Felipe IV es una de las puestas y movidas con mayor elegancia entre todas las que pintó. La segunda en traje de gala y a caballo.
Pasé agitadísimo la mañana. Me puse un traje apropiado al caso, ligero, claro y holgado.
Al ver a Maltrana sumido a todas horas en el estudio, sentía cierto miedo por la suerte de su alma. Poníase entonces la mantilla, y con traje negro y el rosario en la muñeca, entraba en el cuarto del estudiante. Isidrín, hijo mío, te vas a matar estudiando tanto... Acompáñame. Se lo llevaba a misa o a la novena, a los templos donde se anunciaban sermones de predicadores de cartel.
Maravillosa por la arrogancia de su talle, por el brillo de sus grandes ojos africanos, por la delicadeza de su cutis, la hermosura de Fernanda había adquirido en París su complemento necesario, la gracia, el noble y sencillo ademán, el gusto para vestirse, la suprema distinción que en Lancia no hubiera logrado jamás. Su traje negro de seda dejaba descubiertos pecho y espalda.
Palabra del Dia
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