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Actualizado: 24 de mayo de 2025
No quisieron ellas variarle la difícil postura, temiendo que si le tocaban, se alborotaría de nuevo y les daría otra jaqueca. Doña Lupe dormitaba, sentada en una silla junto a la cama del matrimonio; pero Fortunata no pegó los ojos en toda la noche. Ya amanecía cuando le acostaron. Apenas daba acuerdo de sí, y gemía, al moverse, como si tuviera molido a palos su ruin y desdichado cuerpo. v
Algunos de ellos tanto descendían en sus aspiraciones, que tocaban con las ramas á la tierra formando glorietas naturales, frescas, sombrías, mullidas. Á pesar de los esfuerzos inauditos que el sol había hecho durante todo el día para templar sus ardores en la frescura del césped, éste se hallaba todavía húmedo.
Los asuntos más graves de la villa, los que promovían tempestades en el Saloncillo, se trataban, o por mejor decir, se tocaban ligeramente sin apasionamiento alguno. Que los González habían despedido al capitán de la Carmen y nombrado en su lugar un andaluz. Cuando los González lo han hecho afirmaba uno lenta y sordamente, sus razones tendrían.
De una casa de la misma calle, por un balcón abierto, salían las notas dulces, lánguidas, perezosas de un violín que tocaban manos expertas. Se trataba de motivos del tercer acto del Fausto. El Magistral no conocía la música, no podía asociarla a las escenas a que correspondía, pero comprendía que se hablaba de amor.
La tarde fenecía y comenzaba el crepúsculo. Andrés quedó en éxtasis ante aquel semicírculo inmenso de montañas, que parecían los escaños vacíos de un congreso de dioses. En los más altos tocaban casi las nubes rojas que acompañaban al sol en su descenso. Desde las colinas a los más bajos mediaba cortísima distancia, aunque la vista suele engañar en tales casos.
Las niñas, que admiraban y temían a Nélida como la personificación del pecado, se tocaban con el codo al pasar ante ellos. Una nueva conquista... Ahora ha caído ese señor tan serio que hace versos... y no baila. ¡Qué Nélida!... Ella, con su fina observación femenil, se daba cuenta del revoloteo de los curiosos y sentía orgullo por este escándalo, que pasaba inadvertido para Ojeda.
El melancólico campanilleo sonaba ahora junto á él, y empezaron á pasar por el camino bultos informes que su vista turbia por las lágrimas no acertaba á definir. Sintió que le tocaban con la punta de un palo; y levantando la cabeza, vio una escueta figura, una especie de espectro que se inclinaba hacia él. Reconoció al tío Tomba: el único de la huerta á quien no debía ningún pesar.
14 y cuando miró, he aquí el rey que estaba junto a la columna, conforme a la costumbre, y los príncipes y los trompeteros junto al rey; y que todo el pueblo de la tierra hacía alegrías, y que tocaban las trompetas. Entonces Atalía, rasgando sus vestidos, dio voces: ¡Conjuración, conjuración!
No había ejemplo de que ninguna hembra vasca, por alta que fuese su posición social, se negase á este honor. Aresti había visto á señoras de la rancia nobleza admitiendo el aurresku con campesinos y marineros. Era una danza ceremoniosa y parca en los contactos; el hombre y la mujer apenas si en las diversas figuras se tocaban las puntas de los dedos.
Por más que existiesen entre ambos notables puntos de desemejanza, tocaban sólo á la superficie, dejando incólume el fondo, igualmente generoso y honrado. El ingenio y la discreción no eran las cualidades sobresalientes de D.ª Rosario. Por lo mismo eran aquellas en que más hincapié hacía su vanidad pueril é inofensiva.
Palabra del Dia
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