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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Llovía una tarde; el cielo plomizo parecía rozar los tejados de las casas; en el salón había una luz difusa de bodega. Tocaban casi a tientas, avanzando las cabezas para leer en la mancha blanca de la partitura.

Sobre la mesa ardía una lámpara de bronce colgada del techo. Los aparadores casi tocaban en él y eran también de roble tallado; las sillas de roble igualmente; todo de roble. Esta madera dura, maciza y adusta, parecía el símbolo de aquella respetable familia.

Lo que me había dicho la monja francesa había despertado mi curiosidad. ¡Ah! La madre Florentina era muy buena. Nos llamaba siempre filletas y nos dejaba hacer cuanto queríamos, menos cuando tocaban a trabajar. ¡Oh! Entonces no había más remedio que apretar durito. No consentía en nuestros cuartos ni un tantico así de polvo.

Lo llevaba recogido muy alto, sobre el colodrillo, en trenza, que, atada luego, formaba un moño en figura de dos triángulos equiláteros, que se tocaban en uno de los vértices.

Todas las criadas de Salamanca iban á la compra ó volvían de ella..... Un organillo ambulante tocaba la romanza de la tisis de la Traviata..... Los gorriones cruzaban regocijados por un cielo limpio de nubes..... Las campanas tocaban pacíficamente á misa.....

Aquiles era el más valiente de todos los reyes griegos, y hombre amable y culto, que cantaba en la lira las historias de los héroes, y se hacía querer de las mismas esclavas que le tocaban de botín cuando se repartían los prisioneros después de sus victorias.

13 Y tocaban las trompetas, y cantaban con la voz todos a una como un [varón] alabando y confesando al SE

Los pocos que dieron en perseguirlos retrocedieron á toda prisa al llegar á la cañada y oir las cornetas y atabales que allí tocaban furiosamente los veinte arqueros emboscados al efecto. Los perseguidores, como lo había previsto el barón, creyeron que una gran fuerza inglesa, quizás todo el ejército del Príncipe Negro, había tomado posesión de aquellas alturas.

Su sorpresa fué, pues, desagradable, cuando sintió que le tocaban en el hombro y vió á su lado la fisonomía alterada de Mauricio. Más por muy amortiguadas por la alegría que estuviesen sus desconfianzas, tuvo enseguida el presentimiento de que alguna cosa anormal había ocurrido y apartándose con su hijo algunos pasos, preguntó: ¿Qué hay? Venga usted conmigo y lo sabrá.

Embrutecidos por la monotonía del servicio y acostumbrados a ver en su amo un ente perfecto, incapaz de humanos yerros, ni pizca se asombraron los tres antiguos criados del brusco cambio sobrevenido en la casa durante la última noche. Los nuevos huéspedes eran casi tan tranquilos como sombras; diríase que apenas tocaban el suelo.

Palabra del Dia

ancona

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