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Actualizado: 22 de junio de 2025
Que venga el hortelano con su ballesta, y llamad también á los mozos de cuadra. ¡Pronto, decidles que estamos en peligro de muerte! ¡Corred, hermanos! ¡Ved que ya nos alcanza! Pero el victorioso Tristán de Horla no pensaba en perseguirlos.
Así lo hicieron y con tanta rapidez que habían recorrido ya la mitad del gran patio del castillo, antes de que los sorprendidos villanos comenzaran á atacarlos. Los arqueros derribaron en un abrir y cerrar de ojos á los pocos que se pusieron en su camino, y los que llegaron á perseguirlos de cerca mordieron el polvo, atravesados por las temibles espadas de los tres nobles.
Estos, animándoles á la confianza en Dios, les mandaron que luego hiciesen muchas cruces de madera, las cuales hicieron poner en sus casas, en las plazas, en las calles y en los collados, adorándolas humildemente los bárbaros. Al ver el infierno señal tan saludable desistió de perseguirlos, y en adelante depusieron los indios todo miedo sin experimentar al menor peligro.
Los pocos que dieron en perseguirlos retrocedieron á toda prisa al llegar á la cañada y oir las cornetas y atabales que allí tocaban furiosamente los veinte arqueros emboscados al efecto. Los perseguidores, como lo había previsto el barón, creyeron que una gran fuerza inglesa, quizás todo el ejército del Príncipe Negro, había tomado posesión de aquellas alturas.
El furioso ataque sorprendió á éstos sobre manera, é ignorantes del número de sus enemigos y creyendo que los rodeaba el grueso del ejército inglés que se hallaba por aquellos contornos, dieron la señal de retirada, apresurándose á dejar el valle en busca de posición más favorable para la defensa. Los ingleses no pensaron en continuar su ataque ni en perseguirlos.
Nadie chistaba; había llegado el momento de conocer si el memorial de Martínez era acogido o rechazado, si era necesario pactar con los invasores o perseguirlos, como a perro que huye, con maza al son de almireces y cencerros, hasta los confines de sus bosques desiertos.
Los chulos partieron volando, como los cohetes de un castillo de pólvora. El animal no vaciló un instante en perseguirlos. Los chulos desaparecieron. El toro se encontró frente a frente con el matador. Esta formidable situación no duró mucho. El toro partió instantáneamente y con tal rapidez, que Pepe Verano pudo prepararse.
Perseguirlos y oprimirlos, es tal vez darles más fuerza, demostrar que se les tiene miedo.... ¡Mucha libertad, mucho progreso, y ya verás como las costumbres de la civilización les empujan hasta el sitio que deben ocupar, sin que osen salirse de él! ¡Ahora me toca á mí reír! exclamó el doctor.
79 Y cuando se iban los indios con lo que habían manotiao, salíamos muy apuraos a perseguirlos de atrás; si no se llevaban más es porque no habían hallao. 80 Allí sí, se ven desgracias y lágrimas y afliciones; naides le pida perdones al indio: pues donde dentra, roba y mata cuanto encuentra y quema las poblaciones.
Viene el día en estos coloquios, y aparece el marqués, que observa á los de la ronda y quiere perseguirlos, pero al fin retarda su venganza hasta la noche inmediata, por creerla más segura. La jornada tercera es como un intermedio y parodia de la acción principal, y representa los amoríos y querellas de los criados de ambos sexos, semejantes á los de sus amos.
Palabra del Dia
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