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El valeroso esfuerzo de la joven se disipó a su vista. Cayó en sus brazos sollozando y sólo pudo decir: ¡Corred, corred! Tristán está herido más acá del puente de madera. Por fortuna la conmoción cerebral que Tristán padeció fue pasajera. Pero se vio que tenía el brazo derecho dislocado por la articulación del hombro.

-No haya más -dijo Dorotea-: corred, Sancho, y besad la mano a vuestro señor, y pedilde perdón, y de aquí adelante andad más atentado en vuestras alabanzas y vituperios, y no digáis mal de aquesa señora Tobosa, a quien yo no conozco si no es para servilla, y tened confianza en Dios, que no os ha de faltar un estado donde viváis como un príncipe.

Y dijo: «Al otro lado de este rio «Se levanta con fuerte poderío «El odiado pendon de libertad; «Corred allí, mis bravos federales, «Y quemad esos libros infernales «En que se habla de Patria y de Igualdad.

Y a buen paso, con el manteo ondulante, abandonaban la iglesia cada uno por su lado, evitando formar grupos ni corrillos, atento cada cual a librarse de responsabilidades, a aparecer limpio de toda complicidad con los enemigos del prelado. El Tato reía de gozo viendo la dispersión y el azoramiento de los señores del coro. ¡Corred, corred! ¡Bueno os va a poner el cuerpo el tío...!

¡Corred! que sacra llama del genio el lauro coronar espera, esparciendo la Fama con trompa pregonera el nombre del mortal por la ancha esfera. ¡Día, día felice, Filipinas gentil, para tu suelo! Al Potente bendice, que con amante anhelo la ventura te envía y el consuelo. Piden que pulse la lira tiempo callada y rota: ¡Si ya no arranco una nota ni mi musa ya me inspira!

¡No lo , no lo ! contestó todo gemibundo y miedoso Montiño. ¡Cómo! ¿No os ha dicho el tío Manolillo?... No, ni la Dorotea tampoco. ¿Qué decís de la Dorotea? La Dorotea ha sido la que me ha mandado envenenar un dulce... guisar una merienda. ¡La Dorotea!... ¡Dios mío! ¡Corred, corred, que la Dorotea quiere envenenar á una persona!... ¡Y no os ha dicho el nombre de esa persona!... No; no, señor.

Mas lo que yo podré hacer por serviros es lo que ahora diré: corred y decid a vuestro padre que se entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere, y que no se deje vencer en ningún modo, en tanto que yo pido licencia a la princesa Micomicona para poder socorrerle en su cuita; que si ella me la da, tened por cierto que yo le sacaré della.

Que venga el hortelano con su ballesta, y llamad también á los mozos de cuadra. ¡Pronto, decidles que estamos en peligro de muerte! ¡Corred, hermanos! ¡Ved que ya nos alcanza! Pero el victorioso Tristán de Horla no pensaba en perseguirlos.

¿Dónde están los pollos de Entralgo y de Villoria? profería riendo á carcajadas. Hace ya mucho tiempo que no oigo su pío pío. ¿Andan de rama en rama los pajaritos ó están todavía en el nido esperando á que su madre los cebe?... Dicen que los espanta el milano... ¡Cua! ¡cua! ¡Corred, corred, pollitos, que allá va el milano!... ¡Cua! ¡cua!

Corred, volad, es preciso que la señora se levante. ¡Puede que haya sucedido una desgracia! La sirvienta trajo dos llaves; sin escuchar lo que quería decirle de parte de la condesa, Mathys subió la escalera corriendo. Abrió la puerta del cuarto de Marta y echó una ojeada sobre el lecho. Estaba vacío. Pálido y trémulo, puso la llave en la cerradura, de la segunda puerta.