United States or Greenland ? Vote for the TOP Country of the Week !


No tengo más que uno... ¡Uno solo que llena toda mi vida!... Haré Confesión pública... Llamad a los criados... Que acudan todos... ¡Criados de mi casa!... ¡Hermanos que llegasteis aquí conmigo!... ¿Dónde estáis? ¡Quiere hacer confesión ante vosotros Don Juan Manuel Montenegro! ¿Dónde estáis? ¡Llegad todos! El hijo y el capellán se interrogan con una mirada.

D. TELL. ¿De qué te quejas, Si me has atado las manos? FELIC. ¡Hola! CELIO. Dentro. Señora. FELIC. Llamad Esos pobres labradores. Trátalos bien, y no ignores Que importa a tu calidad. Salen NU

Si don Francisco de Quevedo no pudiera acompañaros como se lo he rogado, llamad al postigo, dad por seña: el capitán Juan Montiño, y el postigo se abrirá y una doncella mía os traerá á mi aposento; romped ó quemad esta carta y venid, venid que os espero ansiosa. Doña Clara Soldevilla

5 Mas ellos sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza y otro a sus negocios. 6 Y otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron. 8 Entonces dice a sus siervos: Las bodas a la verdad están aparejadas, mas los que eran llamados no eran dignos. 9 Id pues a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos hallareis.

14 Pregonad ayuno, llamad a congregación; congregad [a] los ancianos y [a] todos los moradores de la tierra en la Casa del SE

Se detuvieron delante de una puerta en la cual se leían estas inscripciones en letras negras: Campistrón agente dramático. Lecciones de declamación y canto. Nuevo Método; y en un papel pegado con cuatro obleas, esta advertencia manuscrita: ¡Llamad fuerte!

Mi sobrino... perdonad, la costumbre hace equivocarme. Equivocáos siempre; llamad siempre á ese joven vuestro sobrino. Pues bien, mi sobrino ha obrado como un valiente, y yo como bueno y leal. No lo dudo... y por lo mismo debéis manteneros en vuestra honrosa lealtad, diciéndome cuanto sepáis de ese Cornejo. Por el amor de Dios, señora, que no pronunciéis después de esto mi nombre para nada.

Que venga el hortelano con su ballesta, y llamad también á los mozos de cuadra. ¡Pronto, decidles que estamos en peligro de muerte! ¡Corred, hermanos! ¡Ved que ya nos alcanza! Pero el victorioso Tristán de Horla no pensaba en perseguirlos.

Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto. -Llamad, señor Andrés, ahora -decía el labrador- al desfacedor de agravios, veréis cómo no desface aquéste; aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temíades.

Llegad a una habitación de las campañas venezolanas y llamad: en la voz que os responde, notáis aún el ligero temblor de la inquietud vaga y secreta, y sólo gira la puerta para daros entrada, cuando habéis contestado con tranquilo acento: «¡Gente de paz!» . ¡Gente de paz! He ahí la necesidad suprema de Venezuela.