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8 Y los caldeos pusieron a fuego la casa del rey y las casas del pueblo, y derribaron los muros de Jerusalén. 9 Y el resto del pueblo que había quedado en la ciudad, y los que se habían adherido a él, con todo el resto del pueblo que había quedado, los transportó a Babilonia Nabuzaradán, capitán de la guardia.

La Iglesia y Colegio de la Compañía fueron fundados por Felipe III y Margarita de Austria. Ambos edificios ocupan más de 20.000 metros cuadrados. Para construirlos, ó sea para explanar el terreno en que se alzan, se derribaron dos iglesias y tres manzanas de casas, suprimiéndose dos calles enteras.

Así lo hicieron y con tanta rapidez que habían recorrido ya la mitad del gran patio del castillo, antes de que los sorprendidos villanos comenzaran á atacarlos. Los arqueros derribaron en un abrir y cerrar de ojos á los pocos que se pusieron en su camino, y los que llegaron á perseguirlos de cerca mordieron el polvo, atravesados por las temibles espadas de los tres nobles.

Se derribaron las casas de materiales ligeros, mediante el concurso de un cuerpo de caballería para cargar sobre los dueños en el caso de que se sublevasen: hubo muchos llantos y muchas lamentaciones pero la cosa no pasó de allí. Los curiosos, entre ellos Simoun, fueron á ver á los que se quedaban sin hogar, paseándose indiferentes y se dijeron que en adelante podían dormir tranquilos.

Y los hirieron a cuchillo; y los dejaron tendidos los de la guardia y los capitanes, y fueron hasta la ciudad del templo de Baal, 26 y sacaron las estatuas de la casa de Baal, y las quemaron. 27 Y quebraron la estatua de Baal, y derribaron la casa de Baal, la hicieron necesaria, hasta hoy. 28 Así rayó Jehú a Baal de Israel.

17 Después de esto entró todo el pueblo en el templo de Baal, y lo derribaron, y también sus altares; y quebraron sus imágenes, y mataron delante de los altares a Matán, sacerdote de Baal.

9 Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros seremos siervos de mi señor. 10 Y él dijo: También ahora sea conforme a vuestras palabras; aquel en quien se hallare, será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa. 11 Ellos entonces se dieron prisa, y derribaron cada uno su costal en tierra, abrieron cada uno su costal.

En el castillo antiguo se derribaron las almenas morunas, sustituyéndolas con plataformas artilladas; se aderezaron las cisternas abiertas en peña viva, ordenando á la gente de las galeras echara cada día 50 barriles de agua y fuera trasladando á los almacenes las vituallas embarcadas.

Aquí llegaba Tiburcio en su singular perorata, cuando salió de la iglesia un viejo venerable, ricamente vestido, como muy principal hidalgo que era. Y parándose delante de Morsamor y mirándole de hito en hito con jubilosa sorpresa, le dijo: Sois, señor, el vivo retrato, no si de vuestro padre o de vuestro abuelo, a quien conocí y traté hará ya medio siglo, pero cuya imagen está grabada en mi memoria con rasgos indelebles. Le debí primero franca, leal y cariñosa amistad y después, la vida. Yo me llamo Duarte y soy hijo del heroico Pedro de Mendaña, quien después de la batalla de Toro se mantuvo tanto tiempo en el castillo de Castronuño, contra todo el poder de Castilla. Un valeroso aventurero de aquella nación, cuyo nombre era como el vuestro Miguel de Zuheros, y cuyo sobrenombre de guerra era también Morsamor, fue en aquel castillo mi constante compañero de armas. Audaces correrías hicimos a menudo en el país enemigo. Talamos sus panes, saqueamos alquerías y granjas y volvimos no pocas veces a nuestra fortaleza cargados de botín riquísimo. En una de estas excursiones, que no olvidaré nunca, nos cercó gran golpe de villanos armados y de gente guerrera a caballo. Allí me derribaron del mío, asaz mal herido, y allí hubiera muerto yo, si Morsamor no me defiende con extraordinario brío.

Acudió Arturito a defenderla, pero el gaucho, más fuerte y más decidido, le dio un empellón y le apartó de bastante maltrecho. Todavía se lanzó sobre Arturito, decidido a darle de golpes; pero unas manos poderosas que parecían dos garras le asieron por ambos brazos, le zarandearon y sacudieron como si fuera un pelele y le derribaron por tierra con desprecio.