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Actualizado: 27 de junio de 2025
El señor y la señora están durmiendo la siesta me dice el criado; pero la señorita está en el terrado. Tuve un presentimiento que me hizo palpitar el corazón; quise volverme inmediatamente; pero, de pronto, la veo delante de mí, blanca y altiva, con su traje de muselina; parece esculpida en mármol; mi vieja locura recrudece con más fuerza que nunca.
Acercóse á la entrada con paso mesurado por entre las hileras de soldados formados en el terrado, y al cruzar el umbral se postró en el pavimento con humildad profunda; luego dió algunos pasos más, volvió á postrarse, y llegando por último al trono alargó su mano con timidez, y Al-hakem le dió la suya.
Los tres, muy apurados, descendieron del terrado, corrieron al castillo y llegaron en el momento en que el carruaje se detenía ante el portón. Y bien, ¿qué hay? preguntó madama de Lavardens. ¡Qué hay! respondió M. de Larnac, que no tenemos nada. ¿Cómo nada? interrogó la Marquesa bastante pálida y visiblemente conmovida. Nada, nada, absolutamente nada, ni unos ni otros.
La imaginación de Bettina trabaja y se exalta. Juan llevaría la impresión de haber estado con una mala criatura sin corazón y sin piedad... Y dentro de media hora partirá, partirá por veinte días... ¡Ah! si pudiera de algún modo!... Pero existe un medio... El regimiento desfilará por delante del parque, frente al terrado. Y Bettina es presa de un vehemente deseo de ir a ver pasar a Juan.
Pónese al abrigo bajo los tilos que rodean el terrado, y mira y espera. El viene ahí entre esa masa confusa de caballeros. ¿Podrá reconocerlo? Alguna feliz casualidad le hará volver la cabeza hacia ese lado. Bettina sabe que es teniente de la segunda batería de su regimiento; sabe que una batería se compone de seis cañones y seis cajas. El abate Constantín le enseñó también esto.
¡Cuánto le agradezco que haya venido, barón! me dijo. Me aburría mortalmente. ¿Vamos al jardín?... ¿quiere? Hay allí un cenador muy fresco, en el que podremos conversar tranquilamente. Pasa entonces su brazo por debajo del mío, y yo siento un estremecimiento. Les aseguro, señores, que en aquellos momentos me habría sido más fácil asaltar una fortaleza que bajar del terrado.
Este historiador, sin describirlo minuciosamente, habla en general de muchas bellezas atesoradas en sus salones y jardines por los amires de la dinastía de los Umeyas, y dando luego razon de sus magníficas entradas, dice así: «Entre las puertas de este palacio, que Dios omnipotente abrió para reparacion de las injurias, auxilio de los oprimidos y declaracion de justas sentencias, es la principal una sobre la cual campea un terrado saliente sin igual en el mundo.
¡Cuánto han tardado! dijo Marta que estaba en el terrado, con su delantal blanco, y nos sonreía desde lejos. Cuando la vi, experimenté el sentimiento de que toda la ternura que yo pudiera prodigarle, sería poca. Me precipité hacia ella y la besé impetuosamente. Pero, al mismo tiempo tuve pena, pues me parecía que así borraba de mis labios el beso de Roberto.
Pues allá voy y esperadme. Eso es. ¿Y sabéis que aunque viejo no habéis perdido las fuerzas? Me habéis sacado al terrado como si fuera una pluma. Estas piernas mías... parece providencia de Dios para muchas cosas el que yo no pueda andar de prisa ni valerme. Dadme la mano. Tomad. Estamos en los desvanes. Mi linterna me valga. Nos viene de molde, porque estos desvanes son endiablados.
Y en verdad que solo el terrado de mármol pulido que se elevaba en su alcázar al mediodia dominando sus jardines, los pabellones de oriente y occidente que sobre él descollaban, el salon dorado del pabellon circular que ocupaba el centro; solo las incomparables labores de su arquitectura, la belleza de sus líneas y proporciones, la riqueza de su ornamentacion interior, ya de mármol luciente, ya de oro deslumbrador con columnas de caprichosos jaspes, con pinturas émulas de los mas floridos vergeles; solo su lago de líquida plata, sus cisternas perpétuamente llenas de purísimas aguas, sus preciosas fuentes ornadas de bajo-relieves; cada uno de estos objetos de por sí hubiera sido suficiente para hacer los palacios de Azzahra superiores á los de Bagdad, Damasco y Constantinopla.
Palabra del Dia
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