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Actualizado: 28 de julio de 2025
Muy bien hecho; ¿y qué obligación tenías tú de quererme? Bastante hacías ya, con no avergonzarte de oir mis palabras. Yo soy quien te pido perdón, por haber sido atrevido contigo, y por haber estorbado quizás en aquel tiempo que tu quisieras al que te dictaba tu corazón. Cuando yo considero esto, me da mucha pena.
Yo he oído el rumor de esta calumnia rondando en torno mío, y la he dejado crecer a intento, porque si esta mentira ponía una mancha más en mi reputación, ponía en cambio un poco de prestigio en tu juventud abandonada. Si eras hijo del señor de Luzmela tenías porvenir, y tenías un puesto en la vida...; pero no lo eres, no....
Tengo, tengo ... dos y dos son cuatro..., cuatro ... cuatro de á decinueve, primeramente. Bueno: pon una peseta con ellos. Ya está. Pus tendrás ahora cuatro duros. Cabales.... Ahora hay, por otro lao, dos pesetas en cuartos y dos tarines. Que son diez riales; y ochenta que tenías antes, noventa. Noventa.
Tendrás razón, hijo; aquí nadie se mueve; todos viven como cansados, como abrumados de fastidio. Saliste bien de tus exámenes, ¡ya lo sabemos! Nos lo dijo Ricardito Tejeda la noche que vino a visitarnos. El pobrecillo te quiere mucho. Nos contó que tenías mucho miedo.
No quería mamá que te viera, Inés exclamó Asunción . ¡Qué raro acontecimiento! Yo me despedí creyendo no verte más... y ahora yo estoy en casa y tú fuera. Hipócrita, tan preparado lo tenías, y no me habías dicho nada.
¿Yo? ¿qué hubiera hecho yo? ¡dar mal por mal y con creces, con horribles creces! primero... en el primer momento se me ocurrió matar... cuando me hieren, lo primero que se me ocurre es matar; pero después... la reflexión, la calma,.. ¡matar! ¡hacer morir! ¡es decir, exterminar! ¡no, no! ¡es poco! yo creía que tenías más alma... y tienes el alma débil... no has sabido sacrificarte para sacrificarle... para sacrificarla á ella...
Pero dijo ella con vehemencia, asiendo la mano de Juan, cuando me encontraste enferma y sin recursos en Sacramento; cuando... ¡Dios te bendiga por ello, Juan! me ofreciste tu apoyo para venir a Oriente, dijiste que sabías algo, que tenías algún plan, que podía hacernos a Carolina y a mí independientes.
Por otra parte, hija mía, ¿cuántos disgustos, desvelos y cuidados no vendrán sobre ti con el matrimonio? Quiero prescindir de que tu marido acaso sería pobre; y si era también torpe y holgazán, tendrías que matarte trabajando para mantenerle; y quiero prescindir de los sobresaltos y penas que te darían tus hijos, si los tenías.
Por toda contestación se llevó el dedo a los labios, diciéndome con fingido enojo: Cargante, ¿no tenías tiempo de desirme esas guasitas cuando estuviéramos solos? No pude contenerme. Me acerqué más a ella y la estreché fuertemente contra mi corazón. Una tosecilla seca de Isabel, cuya figura tapaba la puerta, nos avisó de que nos veía y que juzgaba aquello un poco descomedido.
Por eso las he reemplazado con otra interminable, la de la ambición y la codicia, cuyos compases son infinitos como las estrellas del cielo, como las combinaciones de las cartas. Juego. Veo en el girar de la ruleta un castillo que será mío, un castillo más suntuoso que todos los que existen; un yate superior al que tú tenías; fiestas interminables.
Palabra del Dia
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