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Actualizado: 24 de junio de 2025
De don Juan Téllez Girón, querréis decir, señora dijo el cocinero mayor. De Juan Montiño digo repitió con impaciencia la Dorotea. Juan Montiño, hija mía dijo dolorosamente el tío Manolillo , es don Juan Téllez Girón.
Por otra parte, don Juan Téllez Girón, hiriendo á don Rodrigo, te ha hecho otro inmenso servicio: don Francisco de Quevedo, que conoce la corte, tuvo miedo al ver herido, sin saber si era muerto ó vivo, á don Rodrigo, y como sólo había venido á Madrid por encargo del duque de Osuna para buscar á ese don Juan, y con el sólo objeto de llevársele consigo á Nápoles, quiso ponerle á cubierto de toda eventualidad, y acordándose de Dorotea concibió un terrible pensamiento.
Destierro de doña Clara Soldevilla. ¡Otra dificultad! ¡la ama el rey! ¡Destierro de doña Clara Soldevilla! Se procurará. Prisión y proceso á don Juan Téllez Girón y don Francisco de Quevedo. Eso ya está hecho. Don Francisco de Quevedo va camino de Segovia, y don Juan está preso en la torre de los Lujanes. En cuanto al bufón y al cocinero, dejadme obrar. Bien, muy bien.
Aquel papel decía: «Cuenta de lo que ha adeudado don Juan Téllez Girón, en las veinte y cuatro horas que ha estado preso en la torre de los Lujanes. »Por alquiler de la habitación alta donde estuvo preso en otro tiempo el rey Francisco, y donde sólo se encierran personas principales, diez ducados.
No os conozco dijo la duquesa y, sin embargo, vestís como noble y lleváis hábito, lo que nada prueba, porque hoy se da á todo el mundo una encomienda. Me llamo don Juan Téllez Girón, señora. ¿Sois pariente de don Pedro? Soy su hijo... ¡Su hijo!... No conozco ningún hijo del duque que se llame Juan. Soy su hijo bastardo... ¡Ah! ya decía yo...
Decía así: «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu-Santo. Don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, marqués de Peñafiel, conde de Ureña, á su hijo natural, don Juan Girón. »Hijo mío: »Cuando esta carta leyéreis, ó habré yo muerto, ó habréis cumplido vos los veinticinco años, y estaré satisfecho de vos y seguro de que podéis llevar sin mancharle mi apellido.
Buscó la placa de oro con la cruz de Santiago esmaltada, que le había dado para su ex sobrino don Juan Téllez Girón, el duque de Lerma, y halló que no parecía; vivamente asustado, buscó con ansia el vale que le había dado el duque de Lerma por valor de mil ducados, y halló que tampoco parecía; un enorme reloj de plata, que Montiño usaba para acudir con regularidad á las funciones de su oficio, había también desaparecido; y, por último, hasta le habían despojado del lienzo de narices.
¿Cómo queréis que esté una recién casada que adora á su marido, y que ni aun sabe dónde para? ¡Es verdad! ¡es verdad! pues bien; toma, Margarita, toma; he mandado romper el proceso de don Juan Téllez Girón, y aquí está la orden de libertad. El rey dió á Margarita de Austria el pliego cerrado que contenía el auto. Pasó una alegría infinita por los ojos de la reina.
Ella, con su sencillez columbina, no reparaba en esto, y se apresuró a preguntar con ingenuidad adorable: ¿Hiciste mi encargo? ¿Qué encargo?... ¡Pues me gusta!... ¿No te dije que fueses a ver a Jacobo Téllez?... ¿A Jacobo Téllez?... ¿Y quién es Jacobo Téllez? Pues, hombre, Jacobo Sabadell, el marido de mi prima Elvira. ¡Ah, ya!... Si yo creía que se llamaba Benito...
¿Y el oro da la felicidad? la da á los imbéciles, que creen verdades las adulaciones de los miserables; pero la sed del corazón no la calma el oro. Ni un maravedí quiero tuyo. Y escucha: como dentro de un momento no esté preso don Juan Téllez Girón, que está en el alcázar y en el cuarto de su esposa, y ese Quevedo no duerma preso esta noche, obro, duque, obro y ¡ay de ti en el momento que yo obre!
Palabra del Dia
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