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Actualizado: 4 de octubre de 2025
Era su acompañante obligado en los paseos, y también en casa departíamos a menudo, ora en el cuarto de la superiora, ya sentados algún ratito en el patio. Observaba que la gente, al pasearnos en la galería o en el parque, nos miraba con curiosidad.
Este mundo incierto, mentiroso, no es para mí. Telón corto. Sala locutorio en San José de la Penitencia. Puertas laterales, al fondo un ventanal, de donde se ve el patio. DOROTEA. Ha llegado hace un rato: en el despacho con la Superiora y la Hermana Contadora. EVARISTA. Allí le encontrará Urbano. Mientras ellos hablan allá, cuénteme usted, Hermana Dorotea, lo que hace, piensa y dice la niña.
Las saludó profundamente y preguntó: ¿La señorita de Ohando? Soy yo. Traigo una carta para usted de su hermano. Catalina palideció y le temblaron las manos de la emoción. La superiora, una mujer gruesa, de color de marfil, con los ojos grandes y obscuros como dos manchas negras que le cogían la mitad de la cara, y varios lunares en la barbilla, preguntó: ¿Qué pasa? ¿Qué dice ese papel?
¡Ah! ¿No es superiora? respondí distraídamente, no dudando que en aquel cambio alguna parte había tenido el bailoteo de Marmolejo. No, señor; hoy es la última de las hermanas. Pase usted. ¡Arrea! dije para mis adentros, cruzando por delante y metiéndome por la primera puerta que hallé. Phs, phs... Por ahí no; por esta otra puerta.
Tres años de suplicio, amor mío, acostándose sobre un lecho de aquellas piedras, sin dormir, sin descanso, golpeada cada día, y viviendo del alimento más miserable, en el cual echaban animales inmundos, para mortificarla y hacerla expiar su crimen, según decía la superiora. ¡Por el disco del sol! exclamó el gitano ; entonces, ¿si nos sorprendiesen?...
Un día, la superiora del convento le comunicó que Ventura se había huído de aquel asilo, en compañía, según todos los informes, del duque de Tornos. «El gran humanitario», como le llamó el Faro en cierta ocasión, recibió la nueva con valor estoico.
La carta decía lo siguiente, en una magnífica letra inglesa de colegio: «Muy señor mío: Habiendo sido severamente castigada por la superiora, hasta privarme por cinco días de toda comunicación con mis hermanas y con las educandas, después de rogarlo con muchas lágrimas, me han dicho que la razón del castigo era que un joven cuyas señas coinciden con las de usted se había presentado al P. Sabino diciendo que era mi novio y que venía a sacarme del convento.
El rostro de la pobre joven se volvió rojo como la flor del granado, y ocultó su cabeza en el seno de la superiora, indignada de la temeridad del desconocido. ¡Ave María... qué atrevimiento! dijeron las mujeres. ¡Por la Virgen! ¿de dónde sale ese demonio? se preguntaban los hombres, estupefactos de tanta audacia.
La última botella de agua de Vichy se me ha concluído ayer. La superiora me dice que no ha recibido dinero de mi hijo, para comprar más botellas. Me explico el olvido, porque mi hijo me decía en una de sus últimas cartas que iba a Madrid, a predicar en la Capilla real; fíjese usted bien, en la Capilla real, nada menos. No tendría cabeza para pensar en otra cosa; es explicable.
Pues yo la recomendaré a usted a la superiora y le hablaré a la marquesa de Villasis, que es presidenta del consejo...
Palabra del Dia
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